Desde el 27 de noviembre, una coalición de grupos salafistas de oposición en Siria han lanzado una ofensiva sorpresiva en el noroeste del país, especialmente en las provincias de Alepo e Idlib, con el objetivo de frenar lo que denominan “la agresión” del gobierno de Bashar al-Assad y las milicias de Hezbollah. La operación, titulada “Frenar la agresión”, está siendo liderada por la filial de Al Qaeda en Siria, el grupo Hayat Tahrir al-Sham, conocido anteriormente como al-Nusra y vinculado al ISIS. La campaña militar se coordinada con otras facciones similares, bajo una sala de operaciones conjunta llamada “Administración de Operaciones Militares”. La ofensiva ha resultado en importantes avances para los salafistas, con la recuperación de 250 km² de territorio en solo cuatro días, incluyendo la histórica ciudadela de Alepo y la ciudad de Saraqib, que conecta Alepo con Damasco.
Uno de los factores clave que distingue esta ofensiva es el uso de nuevas armas, como los drones suicidas “Shahin”, que nunca se habían empleado en el conflicto sirio hasta ahora. Estas innovaciones subrayan la creciente sofisticación de las tácticas de la oposición, que, según apuntan algunos analistas en the Middle East Monitor, está recibiendo apoyo logístico y armamentístico de fuentes externas, con Turquía y el Estado de Israel como principales sospechosos.
Este ataque se produce en un contexto complejo: las zonas de conflicto habían estado bajo un acuerdo de “desescalada” firmado en 2019 entre Rusia, Irán y Turquía, pero con las potencias regionales y mundiales centradas en otras zonas de conflicto, se ha vuelto el momento propicio para que los salafistas desaten la ofensiva. A pesar de la presencia de tropas rusas y turcas en la región, así como las milicias de Irán y Hezbollah, la situación parece haber cambiado debido a la reorientación de los intereses internacionales, especialmente con la guerra en Ucrania y la presión que Rusia podría estar ejerciendo sobre Al-Assad para forzar una “normalización” con Turquía.
En términos humanitarios, las consecuencias de los recientes combates son devastadoras. Desde el inicio de la ofensiva, al menos 24 civiles han muerto, incluidos siete niños, y más de 95 personas han resultado heridas. Los bombardeos del gobierno sirio y las fuerzas rusas contra las posiciones salafistas han dejado un alto número de desplazados, muchos de los cuales se sienten esperanzados por la posibilidad de regresar a sus hogares tras años de vivir en campamentos. La situación sigue siendo volátil y los actores internacionales observa los eventos con cautela.