La V. República francesa se enfrenta a una grave crisis política sin precedentes en sus 66 años de historia: el primer ministro Michel Barnier intenta evitar su destitución en dos mociones de censura, que se votarán este miércoles en la Asamblea Nacional. Presentadas por la izquierda y la extrema derecha, ambas mociones buscan hacerle una pinza al gobierno de Barnier, quien no cuenta con mayoría absoluta. La oposición critica la aprobación unilateral de los presupuestos de la Seguridad Social de 2025, lo que llevó al Reagrupamiento Nacional (RN) de Le Pen a apoyar la moción presentada por la izquierda. Si la moción alcanza los 289 votos necesarios, Barnier podría convertirse en el primer ministro más breve de la V. República, apenas tres meses después de su nombramiento.
Barnier ha apelado a “la responsabilidad” de los diputados y ha advertido que la caída de su gobierno “agravaría la inestabilidad política y económica”. Durante una entrevista televisada, subrayó que “la moción no es un ataque personal, sino una decisión crucial para la estabilidad financiera de Francia”, ya presionada por el aumento de la prima de riesgo y los tipos de interés. Sin embargo, las tensiones con Le Pen, quien rechazó las concesiones de Barnier, han complicado las negociaciones. Desde Arabia Saudí, el presidente Emmanuel Macron expresó su confianza en que la moción “no prosperará” y calificó de “cínico” el apoyo de Le Pen a la izquierda, mientras descartaba su propia dimisión como “política ficción”.
Si el gobierno de Barnier cae, el Estado francés entrará en un período de incertidumbre, con varios escenarios posibles. Macron ya busca sustitutos: podría intentar formar un nuevo gobierno de coalición con figuras como Sébastien Lecornu o François Bayrou, aunque la fragmentación de la Asamblea lo complica. También existe la posibilidad, aún más remota, de que Barnier gestione los asuntos corrientes hasta principios de 2025, mientras se busca una solución. La última vez que un gobierno cayó por una moción de censura fue en 1962, lo que subraya la gravedad del momento político que enfrenta París, con una Asamblea fracturada y una creciente desconfianza hacia sus líderes.