La ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock y su homólogo francés, Jean-Noël Barrot, realizan una histórica visita a Damasco este 3 de enero, convirtiéndose en los primeros jefes diplomáticos de grandes potencias occidentales en llegar a Siria tras la caída de Bashar al Assad en diciembre. Durante su visita, se reunen con Abu Mohamed al Jolani, actual presidente del gobierno de coalición que ha tomado el poder en Siria y líder de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), grupo salafista heredero de la filial de Al Qaeda en Siria.
Baerbock y Barrot establecen, supuestamente, ciertas condiciones para una posible reanudación de las relaciones diplomáticas con el nuevo Estado sirio, pidiendo “la inclusión de todos los grupos étnicos y religiosos en la sociedad siria, con derechos y protección para mujeres y hombres por igual”. En las últimas semanas, se han registrado varias protestas en el país al respecto, y el ejecutivo “provisional” de los salafistas ya ha anticipado que no habrá elecciones en el país por lo menos en los próximos cuatro años.
El nuevo gobierno sirio, encabezado por al Jolani se presenta como una nueva fase para el país, pero con la sombra de HTS, sus vínculos del fundamentalismo islámico y los crímenes de lesa humanidad cometidos en la guerra. Esta situación marca el inicio de un delicado proceso de reconstrucción política y diplomática en Siria, en la que las potencias Occidentales y regionales de Oriente Medio están interesadas.