La creciente brecha entre hombres y mujeres jóvenes: causas y posibles efectos

Los datos revelan un distanciamiento político y social entre los jóvenes, con mujeres más liberales y hombres cada vez más conservadores. La educación se perfila como un factor clave en este fenómeno.

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En las últimas dos décadas, la brecha entre hombres y mujeres jóvenes en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha crecido de manera significativa. Según datos de 20 países recogidos por The Economist de la Encuesta Social Europea (ESS), la Encuesta Social General de América (GSS) y la Encuesta Social Coreana, mientras que hace 20 años no había diferencias notables en la proporción de hombres y mujeres de 18 a 29 años que se identificaban como “liberales”, hoy la diferencia es de 25 puntos porcentuales. Además, se ha observado que los hombres jóvenes son más propensos que los mayores a considerar que “los derechos de las mujeres han ido demasiado lejos”, según encuestas en los 27 países de la UE y Reino Unido, pero también en países de Asia Pacífico como Corea del Sur y China, donde las mujeres jóvenes tienden a opinar lo contrario.

Uno de los factores clave detrás de esta divergencia, según apunta The Economist, es el rendimiento académico. En la Unión Europea, el 46% de las mujeres jóvenes obtienen un título universitario, frente al 35% de los hombres, una brecha que se ha duplicado desde 2002. Esto significa que las mujeres jóvenes suelen pasar sus primeros años de adultez en entornos universitarios más liberales, mientras que los hombres están sobrerrepresentados en el extremo inferior del rendimiento escolar: el 28% de los niños en países ricos no alcanzan un nivel básico de lectura, comparado con el 18% de las niñas.

Los avances parciales en la igualdad de género también ha influido en esta dinámica. Algunas mujeres han logrado reducir algunas barreras para tener carreras exitosas, lo que ha beneficiado a muchas parejas de doble ingreso. Sin embargo, los hombres con menos acreditaciones académicas, que enfrentan dificultades en el mercado laboral y, en términos de The Economist, “en el mercado de citas”, son más propensos a sentir resentimiento y culpar a las mujeres por su pérdida de estatus relativo. Mientras tanto, las mujeres jóvenes reconocen los avances, pero siguen preocupadas por problemas como la violencia masculina y la conciliación entre trabajo y familia.

Políticamente, esta brecha se refleja en las preferencias electorales. Las mujeres jóvenes tienden a votar por partidos de izquierda o liberales, mientras que los hombres jóvenes, a menudo etiquetados como “tóxicamente masculinos” por estos partidos, son atraídos por opciones de derecha y extrema derecha. En Corea del Sur, el apoyo de los hombres jóvenes ayudó a elegir al presidente Yoon suk-Yeol, ferviente anticomunista y abiertamente antifeminista. En Europa, partidos como la AfD en Alemania, Confederación en Polonia y Chega en Portugal han capitalizado este descontento.

Sin soluciones fáciles a la vista

Algunos expertos proponen “mejorar la educación de los niños” como punto de partida. “Contratar más maestros hombres” y “permitir que los niños empiecen la escuela un año más tarde” son algunas de las medidas que se proponen en algunos estudios educativos. Por otro lado, varios investigadores consideran que “una mejor formación vocacional” podría animar a los jóvenes a considerar trabajos tradicionalmente menos masculinos, como la enfermería o administración.

Sin embargo, las soluciones propuestas para mitigar la desigualdad entre los géneros en la educación y el ámbito profesional han sido objeto de controversia. La idea de retrasar la educación de los varones o contratar más maestros hombres podría perpetuar estereotipos de género, sugiriendo que los problemas educativos de los chicos serían una cuestión meramente biológica o de “maduración”. Además, la promoción de la formación profesional para jóvenes varones en sectores tradicionalmente feminizados, como la enfermería, podría no ser suficiente si no se aborda el problema de fondo en el sistema educativo y la sociedad en general, aspectos que las políticas actuales no consideran con demasiada profundidad.

¿Qué podría suceder?

Las consecuencias de este fenómeno podrían ser de gran alcance y manifestarse en diferentes aspectos. La creciente polarización entre jóvenes hombres y mujeres no solo afectaría al ámbito académico y profesional, sino que también podría tener serias repercusiones en la cohesión social y política. Si las tensiones entre géneros continúan profundizándose, podría emerger una sociedad más fragmentada, con grupos enfrentados por cuestiones corporativistas o identitarias totalmente desconectados entre sí. Esto podría exacerbar los movimientos políticos reaccionarios, polarizar aún más los debates públicos, volverlos absolutamente irracionales y vacíos de contenido.

Además, una generación de hombres que se siente marginada podría resultar en un mercado laboral aún más desequilibrado, con mucha mayor competencia y resentimiento hacia el progreso de las mujeres. Esto podría generar un círculo vicioso de resentimiento que afectaría la unidad entre las mujeres y los hombres de la clase trabajadora. Si cada vez más hombres no encuentran maneras de integrarse al mercado de trabajo de forma efectiva, podría haber una disminución de su participación en la economía, lo que afectaría la estabilidad económica a largo plazo.

Esta desequilibrio entre hombres y mujeres en el ámbito educativo y profesional también podría influir en la forma en que se configuran las parejas en el futuro. Si las mujeres de las nuevas generaciones continúan superando a los hombres en logros académicos y en acceso a empleos bien remunerados, podría darse una situación de “desajuste” en la conformación de parejas heterosexuales, donde un número creciente de mujeres con estudios superiores y profesionalmente exitosas no encuentra parejas masculinas del mismo nivel educativo o económico. Esto podría llevar a una fragmentación en las dinámicas de pareja y matrimonio, con un impacto en la estabilidad familiar y, por ende, en las tasas de fertilidad, ya que algunas mujeres podrían optar por no casarse o tendrían que formar familias sin la presencia de una figura masculina.

Esta disparidad también podría tener repercusiones en la migración. Si los hombres jóvenes de ciertos países se ven excluidos de las oportunidades laborales y educativas dentro de sus propios países, esto podría generar un aumento de la emigración en busca de mejores condiciones, lo que modificaría las dinámicas demográficas tanto en los países de origen como en los países receptores. Por otro lado, los expertos apuntan a que países que mejor contengan estas desigualdades podrían ver un aumento en la absorción de fuerza de trabajo de alta cualificación de otros lugares, influyendo en sus estructuras demográficas a través de una mayor diversidad de población joven.