Los nietos de los nazis que gobiernan Europa

El pasado nazi de la élite política alemana vuelve al centro del debate: varios líderes actuales, incluido el propio canciller Friedrich Merz, cuentan jerarcas nazis en su genealogía familiar directa.

El abuelo del canciller alemán Friedrich Merz fue nazi: Josef Paul Sauvigny. De 1917 a 1937, fue alcalde de Brilon e inicialmente miembro del Partido del Centro. En 1933, se unió a las SA, fue ascendido a Oberscharführer en 1935 y se afilió al NSDAP en 1938.

El peso de la historia alemana sigue proyectándose sobre la política europea actual. Uno de los casos más notorios es la del canciller alemán Friedrich Merz, cuyo abuelo materno, Josef Paul Sauvigny, fue alcalde de Brilon y miembro tanto del NSDAP como de la SA (Sturmabteilung), la organización paramilitar nazi.

Documentos y biografías confirman que Sauvigny se unió a la SA en julio de 1933, apenas seis meses después de la llegada de Hitler al poder, y rebautizó una arteria central de la ciudad con el nombre de Adolf-Hitler-Strasse.

No es el único caso en la política alemana. Como recoge la prensa y foros públicos, otros dirigentes y figuras relevantes también tienen antecedentes familiares vinculados al régimen nazi. Por ejemplo, el pasado de familiares de miembros destacados de partidos como la CDU y la AfD ha sido objeto de debate y controversia, con menciones a abuelos y bisabuelos que ocuparon cargos en la administración nazi o participaron en sus estructuras represivas.

La genealogía de la élite política alemana ha sido tradicionalmente un tema sensible, y aunque la responsabilidad personal no es hereditaria, la huella del pasado nazi en las familias de quienes hoy gobiernan sigue generando debate público y político, especialmente con la deriva militarista y anti-inmigración inserta en la clase política alemana.

Nieta de un oficial del ejército nazi en Exteriores

Annalena Baerbock, ministra de Asuntos Exteriores de Alemania y líder de Los Verdes, recientemente designada como presidenta de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, ha estado en el centro del debate público por el pasado nazi de su abuelo paterno, Waldemar Baerbock. La ministra aseguró que “desconocía” el pasado de su abuelo.

Diversos medios alemanes y filtraciones de archivos de la Wehrmacht han confirmado que Waldemar Baerbock fue oficial del ejército nazi durante la Segunda Guerra Mundial, alcanzando el rango de coronel y siendo condecorado en 1944 con la Cruz al Mérito de Guerra con Espadas.

Según estos documentos, Waldemar Baerbock no solo fue un militar de carrera, sino que era considerado un “nacionalsocialista incondicional”, lector asiduo de ‘Mein Kampf’ y ferviente partidario del régimen hitleriano. La propia ministra, en entrevistas pasadas, reconoció la existencia de este legado familiar, aunque ha preferido no pronunciarse sobre los detalles tras la publicación de los archivos y las revelaciones periodísticas.

La punta del iceberg

Los casos de Merz y Baerbock son los ejemplos más recientes y visibles de políticos alemanes con antecedentes familiares vinculados al nazismo, pero no son los únicos ni los más relevantes en la historia de la posguerra.

Tras 1945, numerosos altos cargos nazis y colaboradores directos del régimen fueron “reconvertidos” y reincorporados a la vida pública, ocupando posiciones clave tanto en la administración civil como en la policía, el ejército alemán (Bundeswehr) e incluso en estructuras internacionales como la OTAN.

Por ejemplo, en 1961, un general nazi llegó a ser presidente del Comité Militar de la OTAN, y figuras como el mariscal de campo Erich von Manstein participaron en la reorganización del ejército alemán en los años cincuenta.

Además, decenas de miles de antiguos miembros de la Wehrmacht y del NSDAP fueron considerados indispensables para la reconstrucción de las fuerzas armadas y la administración alemana, y su integración fue promovida por la propia clase política de la República Federal.

Este proceso estuvo acompañado durante décadas por una tendencia a minimizar, ocultar o relativizar el pasado nazi de muchos de estos funcionarios, tanto en el ámbito político como en el militar y policial, dificultando la plena confrontación con la herencia del Tercer Reich en las instituciones alemanas.