El próximo 10 de septiembre se presenta como una jornada caliente en el Estado francés, con protestas masivas bajo la consigna “Bloquons tout!” (“¡Bloqueemos todo!”), un movimiento que aspira a paralizar la República en rechazo a las medidas de “regresión social” anunciadas por el primer ministro François Bayrou. La movilización, surgida en redes sociales desde mediados de julio, ha atraído el respaldo de Jean-Luc Mélenchon, líder del partido socialdemócrata La Francia Insumisa, quien ha instado a que ese día sea de “bloqueo general y huelga general para los trabajadores”. Sin embargo, los sindicatos tradicionales se encuentran divididos respecto a la convocatoria y existen incertidumbres sobre su coordinación y alcance real, según reportes de Mediapart.

La protesta busca afectar comercios, transporte público, aeropuertos, carreteras y refinerías. Sectores como taxistas y agricultores, activos en recientes movilizaciones, han anunciado su participación. El llamamiento también promueve un boicot a grandes superficies y bancos, y la no utilización de plataformas digitales como Amazon o Uber, señalados como “cómplices de la especulación”. Mientras tanto, la extrema derecha, agrupada en el partido Agrupación Nacional (RN) encabezado por Marine Le Pen, se ha desmarcado del movimiento, y ha priorizado la convocatoria a elecciones anticipadas en lugar de bloqueos. Por su parte, el ministro del Interior, Bruno Retailleau, ha tachado la iniciativa de “estúpida” y ha ordenado a los prefectos prepararse ante posibles bloqueos en infraestructuras estratégicas.

El movimiento se inscribe en la prolongada crisis social francesa y su tradición de movilización obrera combativa, con raíces en protestas como las de los Indignados y los chalecos amarillos, y cuestiones permanentes vinculadas a reformas de pensiones y austeridad que han incrementado el sentimiento de abandono en la clase trabajadora. Las posibles consecuencias políticas de esta convocatoria representan un desafío directo al maltrecho gobierno puesto a dedo por Emmanuel Macron. Algunos analistas señalan que la eventual caída de Bayrou podría traer un "otoño caliente" en el país galo.