A lo largo de septiembre, múltiples Estados miembros de la OTAN están acusando a Rusia de "violar repetidamente" su espacio aéreo. Estonia reportó la presunta entrada no autorizada de tres aviones MiG-31, mientras que Polonia y Rumanía informaron de "incursiones con drones", algunos de los cuales habrían sido derribados por las fuerzas aliadas. Estas aparentes violaciones del espacio aéreo activaron consultas bajo el Artículo 4 del Tratado de la OTAN, diseñado para abordar amenazas percibidas sin activar la defensa colectiva plena del Artículo 5. La respuesta rusa niega estas acusaciones y califica las denuncias de “histeria”.

Las discusiones dentro de la OTAN dejan entrever tensiones sobre cómo aborda la posible respuesta cada país. Estados Unidos, Polonia y Países Bálticos abogan por "medidas firmes", inclusive la autorización para derribar aeronaves rusas que "infrinjan" el espacio aéreo aliado. En contraste, líderes de Alemania, Italia y otros países mantienen sus reservas para evitar una escalada que pueda derivar en un conflicto directo. El Secretario General Mark Rutte confirmó el "compromiso de defensa", pero sin detallar acciones específicas a tomar.

El incidente del 9 de septiembre en Polonia, con drones interceptados y cierre temporal de aeropuertos, y el presunto paso de MiG-31 en Estonia han generado debates sobre la capacidad técnica y logística defensiva de la OTAN. Limitaciones financieras y falta de sistemas antidrone o métodos no letales dificultan una respuesta rápida. Rumanía, por ejemplo, recientemente aprobó reglas para derribar aeronaves, y evalúa adquirir tecnología más avanzada para responder a "amenazas aéreas nuevas y variadas", relata Bloomberg.

Rusia defiende que sus vuelos "cumplen las normas internacionales" y que algunas incursiones son resultado de "errores o problemas técnicos", pero reconoce que estas ocasiones forman parte de la respuesta en el contexto del conflicto en Ucrania. Por su parte, funcionarios europeos interpretan estas acciones como una estrategia consciente para probar la capacidad de reacción aliada y mantener presión militar cercana al continente.

A falta de consenso entre los miembros de la OTAN, continúan las tensiones políticas y militares en torno a las líneas que está dispuesta a cruzar la alianza ante Rusia. La situación muestra una creciente contradicción entre el principio de disuasión y el de escalada, en un momento en que la tensión regional depende de decisiones estratégicas en las cuales cada país miembro tiene posiciones divergentes sobre el uso de la fuerza aérea en respuesta a posibles violaciones en vuelo.