Las elecciones legislativas checas de los días 3 y 4 de octubre de 2025 podrían consagrar el regreso del magnate populista Andrej Babiš, con su partido ANO obteniendo alrededor del 30% de los votos y cerca de 70 de los 200 escaños en el Parlamento checo. Según analistas, su llegada al poder reactivaría el bloque eurocrítico del que Hungría y Eslovaquia forman parte, con una política más pragmática hacia Moscú. Esto plantearía un freno al apoyo checo a Ucrania.

Durante su campaña, Babiš criticó al gobierno saliente de Petr Fiala por "deterioro del poder adquisitivo" y adoptó un discurso nacionalista en contra de lo que calificó como “dictados de Bruselas”. Anunció que, en caso de asumir el cargo de primer ministro, paralizaría la compra de municiones internacionales para Ucrania iniciada por su predecesor. Al mismo tiempo, ha mostrado respeto al marco institucional europeo, descartando abandonar la UE o la OTAN, aunque reclamando más "autonomía nacional". 

No obstante, el poder de Babiš tiene límites institucionales. El presidente Petr Pavel, elegido en 2023, se ha comprometido públicamente a rechazar ministros que promuevan salidas de la UE o de la OTAN y se reserva la facultad de vetar candidatos que "pongan en peligro esos compromisos". Además, para reformar la Constitución, controlar el Tribunal Constitucional o modificar la pertenencia a bloques internacionales, se requeriría una mayoría cualificada en ambas cámaras, algo que ANO por sí solo no posee. 

Alianza oriental

La recuperación de la unidad del Grupo de Visegrado (V4) —integrado por Polonia, la República Checa, Eslovaquia y Hungría— es una pieza clave de ese cambio. Esta alianza sufrió tensiones tras la guerra de Ucrania (2022) cuando Varsovia, Praga y Bratislava se tuvieron que alinear con Kiev para cumplir con las directrices del bloque, mientras Hungría adoptó una postura algo más independiente. Si Babiš toma las riendas, se anticipa una reconciliación de esos vínculos, lo que reforzaría eje crítico hacia Bruselas en Europa Central y Oriental.

Con estas elecciones, Chequia podría transitar de aliado firme de Bruselas a miembro de una línea política más ambivalente, sumándose al grupo crítico que ya cuestiona los actuales parámetros de sanciones a Moscú, corte del suministro de gas ruso, política migratoria, ambiental y militar. Los comicios de los próximos días definirán si ese giro se confirma o si las barreras institucionales evitarán cambios.