Tras una semana de movilizaciones sociales dejaron al menos tres manifestantes asesinados a manos de la Gendarmería y casi 300 heridos, continúan las protestas masivas en Marruecos. Jóvenes que acuden al llamado en redes sociales de 'GENZ 212' impulsaron las primeras manifestaciones contra el despilfarro en infraestructuras para el Mundial 2030 y para exigir reformas en sanidad, educación y empleo, saliendo a las calles por sexto día consecutivo en ciudades como Casablanca, Rabat, Tánger y Agadir, entre otras.

En respuesta al creciente descontento de una generación marcada por un desempleo juvenil del 47%, el rey Mohamed VI ha ordenado el despliegue inmediato del ejército en puntos estratégicos, incluyendo sus palacios, y las fuerzas policiales intensificaron su represión arrestando incluso a niños y propinando palizas a jóvenes que protestaban. En Agadir, tanquetas militares custodian el palacio real mientras las autoridades barajan imponer un toque de queda para controlar las revueltas. Las protestas se están tornando cada vez más violentas.

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Por primera vez en décadas, los manifestantes exigen abiertamente el derrocamiento del tirano Mohamed VI, quemando imágenes del monarca en plena calle, en un clima de ira inédita que no se percibía desde las manifestaciones del Rif en 2017. Ahora, sin embargo, las manifestaciones no se limitan a a una región determinada: jóvenes y no tan jóvenes marroquíes han ocupado las calles en varias ciudades del país. Las autoridades reconocen que la policía usó fuego real contra manifestantes, argumentando que "sirvió para repeler un ataque a una comisaría de la Gendarmería Real en Agadir", sucesos que no han podido ser corroborados de forma independiente.

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Ya se cuentan al menos tres jóvenes asesinados por la tiranía alauí, y los heridos se cuentan por cientos. Paralelamente, aumentan las detenciones masivas de jóvenes en diferentes ciudades, con más de 400 arrestados solo en las últimas jornadas.

Rabat insiste en que “escucha y comprende las demandas sociales” y promete que responderá de forma “positiva y responsable”, pero la violencia desmedida del régimen mezcladas con promesas de diálogo no acaban de frenar el levantamiento popular ni las crecientes demandas de cambio radical en el modelo social y político. Mientras tanto, en la mayoría de medios de comunicación españoles reina un silencio atronador sobre una revuelta histórica en el país vecino.

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