Rusia y China dan la bienvenida al plan de Trump para Gaza
Moscú y Pekín saludan la propuesta de EE.UU. e Israel, que pretende convertir Gaza en un resort tecnocrático neocolonial.

Los gobiernos de la República Popular China y la Federación Rusa expresaron el pasado 30 de septiembre su respaldo, tácito o expreso, a la "propuesta" presentada por Donald Trump y Benjamin Netanyahu para “poner fin” al genocidio en la Franja de Gaza, una propuesta que, sin embargo, ignora la voluntad y el futuro del pueblo palestino para configuran un proyecto neocolonial y tecnocrático dirigido desde Washington en el territorio.
El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, afirmó que Moscú “siempre apoya y aplaude cualquier esfuerzo, incluidos los de Trump, para evitar la tragedia que está teniendo lugar”. Las autoridades rusas manifestaron que mantienen contacto con las partes y que su cuerpo diplomático está dispuesto, en caso de que sea necesario, "a apoyar los esfuerzos para un acuerdo", si bien aclaraban que Trump no ha pedido que Moscú se implique en ellos, asegura la agencia rusa de noticias Interfax. "No estamos implicados y no hay señales para ello por parte de los estadounidenses", precisaba Peskov.
Pekín, en su habitual tono discreto y de bajo perfil, expresó su apoyo tácito al dar la bienvenida a "los esfuerzos para rebajar las tensiones", sin mencionar expresamente el plan de Trump. "Queremos que el plan sea aplicado para ayudar a lograr una solución pacífica a los acontecimientos en Oriente Próximo", recogía el diario chino Global Times.
Algunos analistas matizan que el respaldo actual de China estaría condicionado a la "desescalada" y que "no sería un cheque en blanco", sin embargo, su papel distante hasta el momento y su contemporización con el Estado de Israel generan dudas al respecto. Además, aunque China no ha endosado explícitamente o pueda no endosar todos los detalles del plan de Trump, eso no significa que se vaya a oponer activamente si Washington y Tel Aviv llevan a cabo sus planes de dominio.
La propuesta, presentada también por Benjamin Netanyahu, pretende instaurar un gobierno transitorio “apolítico” integrado por una tecnocracia "palestina" comandada por Washington, con Donald Trump y Tony Blair asignados como gestores del proyecto de “reconstrucción” y control político.
Esto supone la entrega de la maltrecha "soberanía" palestina a una administración extranjera, mientras el plan veta la participación real de Hamas y plantea el desarme total de la resistencia. Netanyahu ha dejado claro que no apoyará el reconocimiento de un Estado palestino y que las tropas israelíes permanecerán en Gaza indefinidamente, consolidando una ocupación que se presenta maquillada con términos de “alto el fuego” y “programas de reforma”.
Este plan no supone un acuerdo real de paz ni una solución digna a la tragedia palestina sino el diseño de un régimen neocolonial que perpetúa la guerra de colonización, la ocupación y la violencia mediante la supresión de cualquier resistencia y la imposición de controles políticos y económicos externos sobre la población nativa árabe. Las promesas de retirada militar son vagas y condicionadas, incluso la colaboracionista Autoridad Palestina se reafirma como un ente subordinado y la reconstrucción de Gaza se plantea como un negocio para intereses inmobiliarios internacionales con la explotación de sus habitantes como fuerza de trabajo barata.
En este contexto, Rusia y China actúan como actores geopolíticos que respaldan el discurso de "desescalada" impulsado por EE.UU., aunque el fin de la oferta sea profundizar en el colonialismo y la ocupación prolongada, ignorando el derecho de autodeterminación del pueblo palestino. El plan de Trump-Netanyahu, lejos de promover "justicia" o "paz" para los palestinos, consolida un modelo de dominación y especulación que mantiene el genocidio por otros medios mientras silencia la voz del pueblo palestino y su resistencia.