Después de que Siria celebraba este domingo sus primeras pseudoelecciones parlamentarias en la era pos-Assad, la atención se desvió abruptamente a Alepo, donde el lunes y el martes hubo enfrentamientos entre el ejército bajo mando del exlíder de la Al Qaeda siria, Muhammad Al Jolani, y las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS, dominadas por los kurdos) provocaron al menos dos muertos y varios heridos, incluida una mujer y un menor, según fuentes consultadas por AP, SANA y medios locales.

Los choques se concentraron en los barrios de Sheikh Maqsoud y Ashrafieh, bajo control kurdo, y utilizaron morteros, drones y tanques en zonas residenciales, obligando a decenas de familias a huir y generando entre la población un clima de terror reminiscentes de la guerra civil.

La violencia, denunciada por ambos bandos como “provocaciones” y “ataques indiscriminados”, evidencia el fracaso del supuesto "acuerdo de integración" alcanzado en marzo entre Damasco y las fuerzas kurdas bajo auspicio de Washington, un pacto que prometía devolución de recursos y "administración autónoma kurda" a cambio de "reintegración institucional".

Sin resultados efectivos ni control ciudadano, las FDS acusan al nuevo gobierno de Damasco de mantener un asedio humanitario sobre los barrios kurdos, privando de ayuda esencial a miles de residentes en un contexto de bloqueo militar y recorte de derechos políticos.

Al mismo tiempo, Damasco impulsaba unas "elecciones" presentadas como “históricas” por la agencia SANA, pero en las que solo participaron notables locales y representantes nombrados por subcomités controlados por las nuevas autoridades. Medios críticos y organizaciones independientes denuncian la falta de participación popular, la exclusión de las regiones bajo control kurdo, la selección a dedo de un tercio de los escaños por el presidente interino y el carácter profundamente restrictivo del sistema electoral.

La tregua alcanzada tras los combates ha traído una calma tensa que no oculta la fragilidad de un sistema posbélico controlado por una nueva élite fundamentalista sin legitimidad democrática. Los barrios kurdos de Alepo permanecen sitiados y dependientes de la voluntad de fuerzas enfrentadas mientras la “transición” siria sigue sin ofrecer derechos reales ni soluciones a la fragmentación del país tras catorce años de guerra civil y derrocamiento abrupto del anterior gobierno.

Los sucesores de Al Qaeda aterrizan en Nueva York

El nuevo gobierno de facto de Siria protagonizó una paradójica escena en septiembre: Al Jolani, durante años buscado por el Departamento de Estado de EE.UU. como líder de la filial siria de Al Qaeda —organización responsable de los ataques del 11S—, llegó a Nueva York como jefe de Estado con absoluta normalidad diplomática para asistir a la 80ª Asamblea General de la ONU.

Antaño perseguido por Washington, que ofrecía diez millones de dólares por su captura, Al Jolani y su delegación no solo participaron en el debate diplomático internacional, sino que mantuvieron reuniones cordiales con altos funcionarios y jefes de estado europeos, estadounidenses y multinacionales energéticas en paralelo a la sesión de la Asamblea.

La recién estrenada normalización internacional de los salafistas —después de liderar la ofensiva que derrocó al régimen de Bashar al Assad y haber sido responsable de masacres contra minorías étnicas documentadas por organizaciones humanitarias— se produce apenas dos décadas después de que su movimiento protagonizara el ataque más mortífero de la historia contemporánea en suelo estadounidense.

Durante años, Al Jolani dirigió el Frente al Nusra, considerado brazo oficial de Al Qaeda en Siria y, tras una rápida reconversión tras el colapso de la República Árabe Siria, Occidente ha blanqueado su imagen y la de su gobierno como “aliados estratégicos” frente a Irán.

Abu Muhammad al Jolani, líder de la rama siria de Al Qaeda y actual "presidente" de Siria.

Al Jolani, que antaño lucía un aspecto similar al de Osama Bin Laden, camina ahora entre diplomáticos, estrecha sus manos con representantes europeos y estadounidenses, y es recibido en la ONU como un líder legítimo: una imagen impactante que resume la reversibilidad y el cinismo de las relaciones internacionales, donde antiguos “terroristas globales” se convierten en "presidentes respetables" de la noche a la mañana, pudiendo sentarse a pactar la "reconstrucción y el futuro de Siria" en la misma ciudad que vio arder el World Trade Center en un mes de septiembre hace poco más de veinte años.