En Silicon Valley se respira inquietud. Durante el OpenAI DevDay, Sam Altman, CEO de OpenAI, reconoció ante medios: «Hay muchas partes de la IA que creo que son bastante burbujeantes». Esta sinceridad choca con el clima de euforia empresarial que rodea contratos como los 100.000 millones de dólares entre OpenAI y Nvidia, la entrada de AMD como proveedor principal y el acuerdo de 300.000 millones de dólares con Oracle, apoyados por Microsoft y SoftBank. La magnitud, según las palabras de Jerry Kaplan recogidas por la BBC, supera la vista durante el auge de las puntocom: «Cuando [la burbuja] estalle, va a ser realmente malo, y no solo para quienes están en IA. Va a arrastrar a toda la economía».

Las alertas no se limitan a la industria. El Bank of England, el Fondo Monetario Internacional y Jamie Dimon (JP Morgan) ya han señalado ante la BBC que «el nivel de incertidumbre debería ser mayor en la mente de todos». Entretanto, la industria vive una euforia financiera: solo en lo que va de año, empresas ligadas a IA han representado el 80% de las ganancias del mercado estadounidense, y Gartner estima que el gasto mundial en IA superará los 1,5 billones de dólares en 2025. Estas cifras se sostienen, en gran parte, sobre prácticas de "financiación circular" y préstamos a clientes para sostener la demanda, típico en el sector de la alta tecnología.

El modelo de financiación, que recuerda al caso Nortel según varios entrevistados por BBC, despierta recelo incluso entre los defensores de la inversión: Altman admite que los préstamos «no tienen precedentes», mientras Jensen Huang de Nvidia niega exclusividades y defiende «libertad en el uso del dinero». Sin embargo, expertos como Kaplan alertan del riesgo ecológico que supone constuir centros de datos en masa en zonas desérticas, potencialmente convertibles en «desastres ecológicos creados por el hombre» para los que nadie responderá. La crítica toma cuerpo en la academia, donde Anat Admati, de la Stanford Graduate School of Business, matiza: «Es muy difícil cronometrar una burbuja... y no puedes saber con certeza que estabas en ella hasta que revienta».

A pesar de las advertencias de numerosos expertos, algunas voces no se dan por satisfechas. Jeff Boudier de Hugging Face recuerda que la infraestructura de internet surgió tras el colapso de las telecomunicaciones: «Si hay sobreinversión, puede tener riesgos financieros, pero permite nuevos productos y experiencias». Mientras AMD cotiza al alza por el efecto ChatGPT, otras figuras más escépticas como Rihard Jarc, de UncoverAlpha, alertan que el número de grandes inversores capaces de aportar 100.000 millones de dólares se reduce drásticamente: «Nvidia parece el último prestamista». La burbuja de la IA, más que una desviación aislada del mercado, se perfila ya como un problema estructural que podría sacudir el conjunto del sistema capitalista.