Alemania ha dado un paso decisivo hacia la reinstauración del servicio militar obligatorio, suspendido en 2011, como parte de su política de rearme y la incapacidad de cubrir el personal de la Bundeswehr únicamente con voluntarios. En agosto, el Consejo de Ministros aprobó un proyecto de ley que obliga a todos los jóvenes a rellenar un formulario sobre su disposición y aptitudes para el servicio militar; los varones que no lo cumplan serán multados.

El acuerdo alcanzado por la coalición de gobierno (CDU/CSU y SPD) contempla que, si no se alcanza el número de voluntarios necesario, una parte de los hombres será seleccionada "por sorteo". Esta muestra podrá ser llamada a filas obligatoriamente tras un nuevo sorteo si persiste la falta de reclutas requeridos, siguiendo un modelo inspirado en el danés. El procedimiento se activará solo si los objetivos de reclutamiento por vía "voluntaria" no se cumplen y previa aprobación del Bundestag.

​La iniciativa sigue la estela de la estrategia de refuerzo militar ante lo que el Ejecutivo describe como una “amenaza persistente de Rusia” y la presión de la OTAN para aumentar efectivos. Informes oficiales y declaraciones del ministro de Defensa, Boris Pistorius, dejan entrever que el ejército "necesita unos 80.000 efectivos adicionales y al menos 100.000 nuevos reservistas" para alcanzar los parámetros establecidos por la Alianza Atlántica. Desde 2026, todos los jóvenes recibirán el formulario; para las mujeres, la medida será voluntaria, y solo se convertiría en obligatoria con una reforma constitucional.

Este vuelco hacia la conscripción evidencia el fracaso del modelo de profesionalización de la defensa, incapaz de atraer suficientes jóvenes pese a promesas de mejores salarios y condiciones. El debate parlamentario sigue abierto, pero el retorno del sorteo y la obligatoriedad, con multas por desobediencia civil, marcan un retroceso con profundas implicaciones para las nuevas generaciones y el equilibrio de derechos fundamentales en Alemania.