Más de 460 civiles han sido asesinados en el Hospital Maternidad Saudí de El Fasher, en Darfur del Norte, en uno de los capítulos más atroces de la guerra sudanesa, según confirmaciones del periódico digital sudanés Sudan Tribune y reportes de la Red Médica de Doctores de Sudán. Las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), grupo paramilitar sostenido durante años por dinero del Golfo y material occidental, irrumpieron en el hospital tras un asedio de más de dieciocho meses. 

Entre las víctimas figuran mujeres que acababan de dar a luz, facultativos y familiares que intentaban refugiarse en el edificio teóricamente más protegido por las convenciones internacionales, igual que en Gaza. La OMS confirmó el número de muertos y denunció el secuestro de su personal sanitario, mientras recuerda la impunidad del centenar de ataques previos a instalaciones médicas desde el inicio del conflicto.

El horror en El Fasher no es un hecho aislado. Desde la escalada de 2023, Sudán vive una guerra civil que ha desgarrado la región de Darfur y desplazado a casi nueve millones de personas. Según estimaciones de la ONU, hasta 150.000 personas podrían haber muerto ya, víctimas directas de los combates o de la hambruna que las milicias utilizan como arma. La violación sistemática, el secuestro y la esclavitud sexual forman parte de un patrón documentado por Naciones Unidas y reconocido incluso en intervenciones ante el Consejo de Derechos Humanos. Sin embargo, el silencio internacional continúa. 

La mano que mece la cuna

El Grupo de Expertos de la ONU sobre Sudán ha señalado pruebas del suministro de armas occidentales a las RSF, incluidas piezas de vehículos blindados y drones británicos y canadienses reexportados desde Emiratos Árabes Unidos. Entre el material documentado figuran los modelos “Typhoon”, “Cougar” y “Mastiff”, fabricados por consorcios del Reino Unido y transferidos teóricamente para “uso defensivo”. 

Por si hubiera duda alguna, fotografías satelitales verificadas muestran estos vehículos participando en operaciones en la periferia de El Fasher. Además, a pesar de los supuestos embargos y de la legislación británica sobre control de exportaciones, Londres ha continuado autorizando ventas de material “de doble uso” a países intermediarios que han nutrido a las milicias sudanesas.