Deutsche Welle informa de que el Ejército alemán ha irrumpido en la rutina nocturna de Berlín con simulacros de combate urbano que convierten el metro en un campo de batalla improvisado, un movimiento que subraya la creciente normalización tanto del aumento del gasto militar como de la obligatoriedad del servicio militar.

Bajo el nombre de Bollwerk Bärlin III, unos 300 soldados del Wachbataillon, el batallón de guardia responsable de proteger al Gobierno Federal, han desplegado francotiradores, evacuaciones de heridos y "escenarios de sabotaje" en la estación de U-Bahn Jungfernheide, en Charlottenburg, entre la 01:00 y las 04:00 de la mañana del 17 al 21 de noviembre:

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Video: @dw_espanol (X)

El contexto de estas maniobras llega envuelto en la misma narrativa que se repite desde 2022: “La necesidad de cambiar de época” y de que la sociedad entera asuma que la guerra es algo inminente. El ministro de Defensa y los mandos militares insisten en que hay que “pensar lo impensable” y “entrenar en los lugares donde realmente podría pasar”. Al elegir el metro, un espacio que usan millones de personas cada día, el mensaje se vuelve más potente que cualquier discurso: el conflicto ya no es algo lejano que sucede en la estepa ucraniana, sino algo que podría irrumpir en el trayecto diario al trabajo de cualquier ciudadano alemán. Cada noche de simulacro, cada cierre parcial de estación y cada foto de soldados con fusiles en andenes vacíos contribuye a que la idea de “amenaza permanente” se vaya instalando sin necesidad de grandes anuncios.

La elección del Wachbataillon, el mismo que desfila en actos oficiales, para protagonizar estos ejercicios también resulta simbólica. Unidades que hasta hace poco se limitaban a ceremonias y protocolo aparecen ahora bajando a los túneles con chalecos antibalas y armas largas. El contraste es deliberado: lo que era representación de un "ejército pacífico" se transforma ante los ojos de la población en una fuerza lista para combatir en la calle. Mientras tanto, el reclutamiento "voluntario" sigue sin despegar y el presupuesto militar crece año tras año.

Más allá del teatro

Medios como Die Zeit señalan otro foco más de controversia. El nombre del simulacro, Bollwerk Bärlin III,  evoca directamente la Festung Berlin (Fortaleza Berlín) de la Segunda Guerra Mundial, un término asociado a la defensa desesperada de la capital nazi en 1945 ante el Ejército Rojo. Organizaciones pacifistas, como la Deutsche Friedensgesellschaft (citada en Euronews y Tagesspiegel), han expresado inquietud por la militarización del espacio público, señalando que ver francotiradores y tropas armadas en el metro, aunque con munición de fogueo, genera un efecto psicológico de habituación al miedo. 

Aunque el coste oficial de este operativo urbano no se ha hecho público, el uso de la estación Jungfernheide, cuya infraestructura de entrenamiento costó 400.000 euros en 2003, sugieren que el costo directo podría rondar los cientos de miles de euros, cubriendo transporte, munición de fogueo y pernoctaciones.

La maniobra Bollwerk Bärlin III es un eslabón directo en la cadena de la transformación de la Bundeswehr, impulsada por el drástico incremento del gasto militar alemán desde 2022, que ha pasado de 51,95 mil millones de euros en 2024 a 62,43 mil millones en 2025, un alza del 20%, más 24 mil millones del fondo especial de 100 mil millones creado tras el inicio de la guerra a gran escala en Ucrania en 2022.