No definitivo al Guggenheim Urdaibai diecisiete años después
Incertidumbres legales, peligros medioambientales y un fuerte rechazo ciudadano obligan a detener el proyecto, que amenazaba con alterar irreversiblemente la Reserva de la Biosfera.
El Patronato del Museo Guggenheim Bilbao ha decidido paralizar definitivamente el proyecto de expansión hacia la comarca de Busturialdea-Urdaibai, poniendo fin a una iniciativa que se arrastraba desde 2008 y que, en su reactivación reciente, preveía la construcción de dos nuevas sedes en Gernika y Murueta (Bizkaia), esta última en pleno corazón de la Reserva de la Biosfera. La decisión, tomada en la reunión de fin de año el 16 de diciembre, llega tras dos años de "reflexión" sobre su viabilidad y reconoce la acumulación de obstáculos que hacían el plan "impracticable".
La Reserva de la Biosfera de Urdaibai, declarada por la UNESCO en 1984, representa un ecosistema único en su entorno, con marismas, rías y biodiversidad excepcional que la convierten en una joya natural comparable a una "pequeña Doñana vasca". Introducir en este espacio protegido infraestructuras museísticas de gran escala siempre fue una apuesta basada en intereses empresariales y cargada de fuertes críticas. Las instituciones invocan ahora "dificultades acumuladas", incertidumbres jurídicas pendientes hasta 2031 y limitaciones territoriales, urbanísticas y medioambientales como razones para el abandono. Sin embargo, estas barreras no son nuevas: existían desde el principio y fueron ignoradas durante años en pos de un supuesto "efecto Guggenheim" extendido.
El proyecto nació en 2008 como una "actuación estratégica" para "combatir crisis económicas futuras", con una inversión inicial prometida de 100 millones de euros por la Diputación Foral de Bizkaia. Se vendió como "un vínculo entre arte, sostenibilidad y desarrollo turístico", con el objetivo de aumentar la estancia media de los turistas. En 2023, el Gobierno español aportó 40 millones para "actuaciones de desarrollo sostenible", que ahora se intentará redirigir a regeneración ambiental. Sin embargo, esta narrativa de compatibilidad entre cultura y naturaleza chocó frontalmente con la realidad: la sede prevista en Murueta implicaba intervenir en suelos contaminados, alterar flujos naturales de la ría y construir en zonas inundables, como demostraron las mareas de septiembre que cubrieron gran parte del emplazamiento proyectado.
Lo más destacado de esta historia no son las excusas institucionales tardías, sino el rechazo masivo que el proyecto generó desde sus inicios. Plataformas como Guggenheim Urdaibai Stop canalizaron un descontento vecinal profundo, denunciando falta de transparencia, incumplimiento de leyes protectoras y un modelo que priorizaba los intereses privados de la estadounidense Fundación Guggenheim financiándola con dinero público. Manifestaciones multitudinarias, como las de octubre de 2023 y 2024 en Gernika, reunieron a miles de personas que advertían de impactos irreversibles: aumento de precios de vivienda, precarización laboral, masificación turística y erosión cultural.