En medio de la prolongada guerra en Ucrania y un contexto de creciente polarización global, Boris Ruge, vicesecretario general en funciones de la OTAN, ha hecho unas declaraciones en el diario El Mundo donde advierte que la alianza va impulsar el incremento del gasto militar y reforzar los arsenales de los países aliados. “El mundo no se está volviendo más pacífico ni más estable”, justifica Ruge en declaraciones recientes, argumentando que “el aumento de la capacidad bélica es clave tanto para apoyar a Ucrania como para garantizar la seguridad de las naciones occidentales”.
Sin embargo, este enfoque belicista plantea interrogantes sobre el costo humano y económico de una estrategia centrada en la militarización, en un conflicto de dudosa salida. Mientras Ruge asegura que “el respaldo a Ucrania es una cuestión de interés estratégico” para frenar la expansión rusa, organizaciones civiles y analistas cuestionan si escalar el conflicto con más armas contribuye realmente a la paz o perpetúa una carrera armamentista peligrosa. “La industria de defensa no debe preocuparse; la demanda seguirá creciendo por años”, señaló Ruge, dejando entrever un interés económico detrás de las decisiones estratégicas de la alianza.
La insistencia en aumentar la capacidad militar contrasta con la falta de propuestas concretas para una resolución diplomática. Aunque Ruge reafirmó la disposición de la OTAN a “defender cada centímetro del territorio aliado”, evita abordar las consecuencias de este enfoque incrementalista, que ha prolongado la guerra sin ofrecer soluciones claras para la reconstrucción. Mientras tanto, millones de civiles en Ucrania y en otras regiones afectadas siguen pagando el precio de una estrategia que prioriza la proliferación armamentística, todo bajo la amenaza de una guerra nuclear.