Los delitos de odio por islamofobia en Catalunya han experimentado un crecimiento más que significativo. Según datos exclusivos de los Mossos d’Esquadra, que comenzaron a recopilar estadísticas específicas en 2022, las denuncias pasaron de 22 ese año a 72 en 2024, lo que supone un incremento del 227% en solo tres años. Incluso el subinspector jefe de la unidad central de delitos de odio, alerta sobre “el papel catalizador de internet”.
La radiografía de estos delitos revela una filtración sistemática de tendencias racistas en la sociedad. Aunque la ley no considera la mayoría como “muy graves”, un 33% corresponden a ataques a la dignidad de las personas, un 26% a amenazas y un 10% a lesiones.
El resto incluye cánticos discriminatorios, coacciones, vejaciones e incluso intentos de homicidio. Aún con todo ello, se deja claro que lo registrado es solo “la punta del iceberg”.
Las redes sociales emergen como agente multiplicador de esta tendencia. Pese a que solo el 2,7% de los casos investigados en 2024 ocurrieron en entornos digitales, se advierte que el odio hacia la comunidad musulmana se propaga mediante bulos reciclados —como falsos incidentes atribuidos a personas racializadas— y tácticas evasivas: “Evitan proclamas delictivas directas; usan frases como esto no se puede permitir“.
En la misma línea se pueden situar las protestas organizadas por supuestos “vecinos preocupados” en nombre de la “seguridad”, que son motivadas y respaldadas por grupos cercanos a Vox, Frente Obrero y demás organizaciones racistas.
Además de todo ello, se anota en el estudio que es común detectar multirreincidentes que reactivan perfiles tras ser bloqueados, e incluso algunos financian su actividad mediante micromecenazgo (Bizum o donaciones) para pagar multas o lucrarse.