La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, está en el centro de una crisis política en Bruselas después de que su equipo decidiera retirar una ley que buscaba “evitar” que las empresas hicieran afirmaciones falsas y lavaran su imagen sobre su “respeto al medio ambiente”, más conocido bajo el anglicismo greenwashing.
Esta decisión se tomó tras la presión del Partido Popular Europeo (EPP), el grupo conservador al que pertenece Von der Leyen, y fue celebrada por partidos de derecha y ultraderecha, como los de Marine Le Pen y Viktor Orban. Sin embargo, los el Partido de los Socialistas Europeos (PES) y liberales, que hasta ahora apoyaban a Von der Leyen, han mostrado su “indignación” y han avisado que “podrían dejar de respaldarla” o incluso “bloquear la aprobación de nuevas leyes en la Unión Europea”, según recoge Politico.
Valérie Hayer, líder del grupo liberal Renew Europe, ha advertido: “Estamos al borde de una crisis institucional”. Tanto Hayer como Iratxe García del PES han criticado que Von der Leyen y los conservadores hayan “burlado el proceso legislativo” al retirar una ley que ya estaba en la fase final de negociación entre el Parlamento y los gobiernos de la UE.
El PES y los liberales también han recordado otros episodios polémicos, como la falta de transparencia de la Comisión sobre los mensajes con Pfizer durante la pandemia, y han avisado que “podrían dejar de colaborar” con Von der Leyen en futuros proyectos.
Los populares defienden que la retirada de la ley “evitará una pesadilla burocrática para las empresas”. Por su parte, la Comisión ha dicho que “sigue comprometida con la lucha contra el greenwashing y la protección de los consumidores”, pero que busca “reducir la carga administrativa” para las empresas, especialmente las pequeñas.
Algunas voces consideran que si el PES y liberales cumplen su amenaza y dejan de apoyar a Von der Leyen, la UE podría quedar bloqueada legislativamente, sin capacidad para aprobar nuevas leyes de calado. Sin embargo, aunque amenacen con bloquear nuevas leyes, el funcionamiento de la unión es complejo. La Comisión Europea, para empezar, “propone” las leyes, pero para que se aprueben es necesario el acuerdo formal tanto del Parlamento Europeo como del Consejo de la UE, donde están representados los gobiernos de los estados.
Además, en el Parlamento Europeo no existen mayorías fijas ni coaliciones formales, y los grupos suelen negociar caso por caso. Por eso, aunque la retirada de apoyo del PES y liberales podría dificultar la aprobación de algunas normas concretas, no garantiza un bloqueo total de la actividad legislativa de la UE.
De hecho, las dinámicas de poder y negociación en Bruselas dependen de cada tema y de los equilibrios políticos del momento. Y en este momento, la UE atraviesa una etapa marcada por una mayor fragmentación política y desafíos internos que afectan la estabilidad de las mayorías parlamentarias tradicionales.
Tras las elecciones europeas más recientes y los cambios en la composición del Parlamento Europeo, ningún grupo político cuenta con una mayoría absoluta, lo que obliga a buscar “alianzas flexibles” y negociaciones constantes para avanzar en la agenda legislativa.
Además, la creciente influencia de fuerzas políticas de extrema derecha ha complicado la formación de consensos amplios y ha desplazado los consensos, mientras que los grupos “centristas” y “progresistas” intentan surfear la ola reaccionaria asumiendo ciertos postulados de la extrema derecha y siempre con serias dificultades para impulsar reformas en ámbitos como la transición ecológica y la política social.
Esta situación genera un escenario político imprevisible, donde las tensiones entre los distintos grupos pueden traducirse en bloqueos parciales o retrasos en la aprobación de leyes.
Además la crisis geopolítica global en varios frentes, la inflación, la crisis energética y la migración añaden complejidad a la toma de decisiones en la UE, obligando a los líderes a equilibrar intereses “nacionales” y europeos.
En definitiva, el momento político actual en la Unión Europea se caracteriza por una negociación constante, una precaria búsqueda de “equilibrios” y una necesidad creciente para mantener la cohesión interna.