El presidente español ha presumido públicamente de que la renta disponible real agregada de los hogares en el Estado español ha crecido un 9,45% entre 2018 y 2023, presentando esta cifra como “un indicador de prosperidad y mejora económica para las familias españolas”. Los datos han sido presentados en su balance del curso político en la Moncloa, donde ha afirmado que esta cifra demostraría el “éxito de las políticas de redistribución” y la “fortaleza económica”.
Nada más lejos de la realidad. Un análisis más detallado revela un panorama nada halagüeño: aunque la renta de los hogares en su conjunto ha aumentado nominalmente, la renta disponible per cápita —es decir, por persona— solo ha crecido un 4,9% desde 2007, ubicándose, de hecho, como la cuarta peor evolución dentro de los países de la OCDE, superada solo por Grecia, Italia y Austria. Mientras tanto, la media de la OCDE llegó a crecer un 27,5% en ese mismo periodo.
Esta disparidad se explica en parte porque el incremento agregado responde a un mayor número de hogares con todos sus miembros empleados, al aumento de personas pensionistas que perciben rentas más altas, y, en mucha menor medida, a la expansión de algunas prestaciones sociales.
Paralelamente, los salarios reales medios siguen cayendo: el salario privado bajó un 2,5% y el público un 0,8% entre 2018 y 2023. Esto vuelve a poner en evidencia que mientras el dato global presenta una mejora aparente, la mayoría de las personas no ha experimentado un aumento real en su poder adquisitivo, una situación que critican numerosos analistas por reflejar una mejora económica desigual que queda oculta según cómo se expongan los datos.