¿Seguridad para quién, Sr. Zupiria?

En una reciente entrevista en El Diario Vasco, el consejero de seguridad del gobierno vasco Bingen Zupiria decía entre otras cosas que “tenemos una oportunidad para hablar de lo que entendemos todos por seguridad”. Estas declaraciones se sitúan en el contexto de una campaña mediática del PNV en defensa de la Ertzaintza y de sus últimas tropelías, con el doble objetivo de golpear electoralmente a EHB (muy cercano en discurso al PNV) y de contentar a las organizaciones sindicales dentro del cuerpo policial vasco que aprovechan la coyuntura para victimizarse y demandar más privilegios.

En este contexto, las brutales y desproporcionadas cargas de la Ertzaintza en Gasteiz contra una acampada pacífica de GKS y el Sindicato de Vivienda han sido especialmente significativas, donde lejos de amonestar a sus ‘subordinados’, el consejero de seguridad se limitó a hacer lo que han hecho siempre sus predecesores, criminalizar a los ciudadanos apalizados. Según los portavoces del PNV, tender cuatro o cinco tiendas de campaña en una plaza para hacer una protesta pacífica es un peligroso ’ataque contra la convivencia’. Sin embargo, cargar violentamente contra la población civil en plena tarde, golpeando indiscriminadamente a jóvenes manifestantes, a periodistas o a civiles que pasaban por allí, significa garantizar la sacrosanta y abstracta ‘seguridad’. De modo que, ante semejante alarde mediático de inversión de significados de todo concepto, recojo el guante al señor Zupiria, y voy a tratar de exponer mi punto de vista sobre la tan manoseada cuestión de la ‘seguridad’.

En primer lugar y ante todo Sr. Zupiria, ¿Seguridad para quién?

Porque ustedes tratan de hacernos creer a todos que la seguridad es común a toda la sociedad, como si la inseguridad proviniese de fuera de la sociedad, o de una psicología delincuente perversa y sin explicación. Pero la realidad es que, en nuestra sociedad dividida en clases la inseguridad está estructuralmente ligada a la posición que ocupa uno en la sociedad. La realidad demuestra que la seguridad de beneficio del empleador está en la inseguridad laboral y salarial del empleado, que la seguridad de rendimiento de rentas del casero está en la inseguridad habitacional del inquilino, que la seguridad del poder político del profesional está en la inseguridad de derecho político del militante, que la seguridad del policía para golpear impunemente está en la inseguridad de derecho del ciudadano ante la brutalidad policial.

Hay una lucha constante, de clase, en el terreno de la seguridad, donde la policía sirve, precisamente, para garantizar la seguridad de unos contra la de otros.

Y la Ertzaintza, como todo cuerpo policial, debe dedicarse a garantizar esta exclusión de más de la mitad de la población del ‘espacio de confort’ de la seguridad y de una legalidad hecha a medida de las clases medias y altas. Estructuralmente, señor Zupiria, quienes existencialmente están anclados en el bando de los perdedores, que casualmente son, incluso en la CAV, una mayoría social, son la potencial fuente de inseguridad contra las clases medias y las oligarquías, no por perversión delictiva, sino por necesidad social. De manera que la policía actúa estructuralmente contra la mayoría social, es decir, contra el foco de inseguridad para el punto de vista de las clases propietarias en una situación de injusticia social generalizada donde la legalidad es incapaz de garantizar el acceso al uso de vivienda incluso a los hijos de la clase media.

Su puesto de consejero de seguridad está edificado sobre esta incómoda realidad de ser, en definitiva, el responsable de la seguridad de una minoría frente a una mayoría, y sobre todo, de envolver todo esto es un estrafalario discurso sobre ‘la convivencia’ que hace abstracción total de la injusticia social estructural y de una sociedad basada en la violencia social y económica, apuntalada por los cuerpos policiales. Obviamente, usted que tiene un extenso recorrido y amplios conocimientos en la comunicación política, es el candidato idóneo para este cargo, que no tiene mucho que ver con comandar a la policía ni con conocimientos marciales, sino más bien con convencernos a todos de que los violentos somos los civiles desarmados.

Sr. Zupiria, reflexione usted desde el punto de vista de las clases trabajadoras mayoritarias de este país más allá de su papel mediático y de sus prejuicios ideológicos: ¿Dónde está la seguridad de ejercer con garantías la actividad política militante para la mayoría social, cuando somos investigados hostilmente por su policía,  cuando tenemos visitas inesperadas o chantajes y peticiones de colaboración de sus agentes, cuando sus agentes golpean a los chavales por pegar cuatro carteles, cuando sufrimos las violentas cargas de sus escuadrones a plena luz del día, cuando perdemos ojos, testículos o la vida en esas mismas cargas,  cuando tenemos que lidiar con las infiltraciones policiales, por el mero hecho de nuestra militancia política o social para edificar una sociedad más justa?

¿Qué opinión cree usted que tendrán sobre la relación entre los cuerpos policiales y su propia seguridad los miles y miles de torturados y represaliados políticos de este país y sus familiares cercanos?

Pero fíjese, Sr. Zupiria, ¡Si la violencia policial se limitase a golpear a quienes se revelan ante la injusticia social o nacional! ¿Dónde está la seguridad de la sangría cotidiana de los miles de desahuciados violentamente de sus casas por parte de sus tropas de asalto disfrazadas con sus guantes de cuero y sus cascos rojos? ¿Qué cree usted que piensa sobre la seguridad y la policía cualquiera de esas familias cuando aparecen sus hordas encapuchadas a echarlos a empujones a la calle y a dejar llorando de terror a sus hijos? ¿Qué pensarán del papel de la policía quienes se ven obligados a pequeños hurtos para que sus hijos coman porque ustedes, los políticos y los grandes empresarios, apuntalan eternamente una sociedad económicamente mal organizada y socialmente injusta?

¿Qué cree que opinan de la seguridad los centenares de miles de personas migrantes que son atosigadas por sus agentes, que son apalizadas en comisarias o a plena luz del día, que miran de reojo y pasan miedo cada vez que una patrulla policial se les acerca a cacheos, identificaciones o vejaciones gratuitas? ¿Usted piensa que ven en la policía un agente que garantiza su seguridad?

¿Qué opción a la seguridad tienen las miles y miles de mujeres maltratadas por sus parejas cuando deben poner en manos de un cuerpo plagado de denuncias por violencia machista su seguridad y supervivencia frente a sus maltratadores?

¿Qué percepción tendrán de la seguridad todos aquellos trabajadores que, cada ciclo de justas protestas o huelgas en sus puestos de trabajo, ven desplegar esos mismos escuadrones violentos a proteger los derechos de sus patrones a porrazo limpio y tiro de bocacha?

¿Y que opinión puede tener toda esta gente sobre el sistema judicial y sobre la política profesional, cuando una y otra vez ustedes, políticos y jueces, actúan al unísono con la violencia policial, dando total cobertura a los cuerpos policiales para la perpetuación de sus actividades violentas, incluso cuando ha habido asesinatos policiales sobre la mesa?

En definitiva, Sr. Zupiria, ustedes lo que quieren es hacernos creer la falsa idea de que la policía es la policía de todos y que los que decimos lo contrario somos unos energúmenos anclados en ‘el pasado’, una imagen del pasado edificada sobre sucesivas capas de mentiras mediáticas y onerosas omisiones. Pero la realidad es obcecadamente contraria a esa idea de que la policía cuida de la sociedad: la Ertzaintza, la Policía Nacional o la Guardia Civil, son las policías de las clases propietarias entrelazadas con el estado español, garantizando violentamente su seguridad frente a una cada vez mayor parte de la sociedad que está siendo desplazada a una situación de vulnerabilidad social. Esa es la verdad sobre la relación entre policía y seguridad: la policía actúa para defender violentamente los privilegios, cristalizados en leyes injustas, de una parte de la sociedad frente a toda la sociedad.

Pero no sólo eso, y es aquí donde quiero llegar: ustedes últimamente y especialmente con sus últimas declaraciones se están deslizando a la posición totalitaria de obligarnos a todos a pensar como ustedes y prohibir la posibilidad de criticar a la policía, de tener una conciencia antipolicial, o de expresar libremente la posición política de que la policía burguesa es contraria a la seguridad y la convivencia de la mayoría social trabajadora. Ustedes quieren obligarnos a amar a quienes nos reprimen, y eso, señor Zupiria, es un exceso incluso para el punto de vista liberal. Y es que ya no sólo criminalizan la posición política de clase de criticar en público a la policía como modelo de seguridad; ¡Ustedes incluso se han atrevido estos días a sugerir que la posición de la izquierda abertzale reformista de criticar determinadas actuaciones policiales abusivas es una especie de acto contra la policía!

La verdad es que no hay ninguna campaña organizada contra la Ertzaintza por parte de nadie, lo que hay es una campaña constante de la Ertzaintza por presentarse como víctima de una parte importante de la población que, obviamente y por razones existenciales, no la ve con buenos ojos. Y la Ertzaintza se victimiza con cada foco de violencia espontanea, normalmente surgida en ambientes festivos y muchas veces provocada por la Ertzaintza misma, porque así consigue mayores salarios, jubilaciones premium, mayores medios, y mayor impunidad para su violencia cotidiana y nada mediática contra las clases trabajadoras.

Y sobre todo, Sr. Zupiria, estas dinámicas viciosas ocurren porque ustedes han permitido que organizaciones sindicales corruptas y de ideología fascista, peligrosamente armadas por un estado igualmente corrupto, crezcan dentro de ese cuerpo, hasta el punto de que usted se declara incapaz de criticarlas en público. Pero así nos ha hecho un favor, porque cuando critica a todos y se muestra incapaz de criticar a la policía, usted demuestra que su cargo está, independientemente de quién lo ocupe, para servir de cobertura a la policía, y no para servir a la sociedad.

Y es que frente a todo esto, la izquierda abertzale pretende convencernos de que el cambio de función de la policía sería una cuestión de personal, y no de modelo estructural. Es decir, que colocando en la Ertzaintza a jóvenes con pendiente de aros en las orejas todo el problema se solucionaría porque podrían matizarse ciertas formas de actuación. En ese sentido va, por ejemplo, el posicionamiento de Martxelo Otamendi o las habituales declaraciones de Otegi. Omitir las realidades estructurales del modelo social, del modelo económico y del modelo político, de una sociedad vasca desgarrada en dos clases sociales antagónicas, lleva a estas falsas ilusiones. A lo mejor un mayor componente de jóvenes de la izquierda abertzale facilitaría en algo que la Ertzaintza no se revele a un potencial gobierno de EHB, pero no cambiaría en nada todo lo anteriormente expuesto en lo que respecta a su función contra las clases trabajadoras del país. Ni la Ertzaintza ni ningún cuerpo de policía de un estado burgués en una economía capitalista puede ser el modelo para la seguridad de la mayoría social. Hace falta un cambio profundo en las estructuras del poder, de la economía y del estado en Euskal Herria y en todo el mundo, y la disolución de estos cuerpos represivos y la constitución de nuevos cuerpos de seguridad civil controlados por los trabajadores son ideas de avance y de futuro frente al viejo modelo policial corrupto y violento de la burguesía, por más que toda la clase política profesional pretenda convencernos de lo contrario.

Los comunistas seguiremos defendiendo políticamente que necesitamos un modelo que garantice la seguridad de una mayoría social frente a los privilegios de las minorías acaudaladas, y que en ese sentido el problema no es un modelo policial sino la policía como modelo y el estado controlado por profesionales de la política y los poderes económicos que los colocan en el poder. Que la convivencia se edifica en el justo reparto de la riqueza y en el bienestar de todos, y no en una sociedad de clases que rebosa violencia y obliga a vivir vidas violentas a una mayoría social. Que la seguridad de la mayoría sólo puede garantizarse cuando es la mayoría quien ostenta el poder económico y transforma al estado. Mientras alcanzamos ese escenario, defenderemos el derecho de todo el proletariado a protestar contra las fuerzas represivas, a defenderse de toda violencia policial, y en especial de las corruptas maniobras de las organizaciones fascistas que operan desde dentro de los cuerpos policiales.