Europa ha sufrido este verano pérdidas económicas inmediatas estimadas en 43.000 millones de euros debido a fenómenos climáticos extremos como olas de calor, sequías e inundaciones. Este análisis, elaborado por economistas de la Universidad de Mannheim y el Banco Central Europeo, señala que el Estado español es el más afectado con daños valorados en 12.200 millones de euros, seguido de Italia, el Estado francés y otros países mediterráneos. Estas cifras representan un 0,26% del Valor Añadido Bruto (VAB) de la Unión Europea en 2024 y podrían aumentar hasta 126.000 millones para 2029 si se mantienen las tendencias actuales.

El impacto directo de estas condiciones meteorológicas extremas alcanza a sectores económicos clave como la agricultura, la construcción y el turismo, donde la productividad se ha visto lastrada por olas de calor y las interrupciones derivadas de sequías e inundaciones.

Más allá de los daños físicos, estas perturbaciones afectan las cadenas de suministro, limitan el transporte y alteran el ritmo laboral, componentes que los economistas advierten suelen quedar subestimados en estudios convencionales. Por ejemplo, se calcula que las pérdidas indirectas pueden sumar entre un 20 y 30% sobre los costes directos, una huella económica más compleja y duradera.

El estudio, citado por The Guardian, recalca el carácter heterogéneo del impacto en Europa: en el sur y este, donde predominan olas de calor y sequías, se concentran las pérdidas más graves, mientras que en el centro y norte, aunque menos afectadas en este periodo, las inundaciones muestran un incremento notable en frecuencia y severidad.

Economistas como Stéphane Hallegatte han subrayado la importancia de medir el impacto real a través de métricas amplias, dado que la contabilización tradicional subestima daños y consecuencias, especialmente para poblaciones vulnerables. Se advierte que la falta de acción rápida y efectiva en adaptación y mitigación climáticas aumentará estos costes en el futuro.

Paralelamente, investigaciones científicas vinculan el calentamiento global con una mayor probabilidad de eventos extremos como los ocurridos este verano, que por ejemplo elevaron hasta 40 veces la posibilidad de incendios severos en la península ibérica y diez veces en Grecia y Turquía.

También se estima que la ola de calor de junio multiplicó por tres el número de muertes en 12 grandes ciudades europeas, evidenciando el saldo humano y social detrás de la factura económica. Este contexto impulsa el debate político y social sobre la urgencia de implementar medidas efectivas y justicia ambiental para mitigar estos impactos crecientes.