La noticia del fallecimiento de Assata Shakur el 25 de septiembre en La Habana (Cuba) ha provocado una ola de homenajes y reflexión entre diferentes generaciones de militantes revolucionarios de todo el mundo. Cuba inició una serie de homenajes oficiales y populares para despedir a la militante afroamericana, convertida en un símbolo mundial de la lucha contra el racismo y la represión. El Ministerio de Relaciones Exteriores cubano informó que falleció por problemas de salud y avanzada edad, resaltando su condición de exiliada política protegida por el Estado cubano. El periódico Granma, órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, publicó un artículo en su honor, titulado El descanso de una luchadora.

Nacida con el nombre de Joanne Chesimard en Nueva York en 1947, Shakur se convirtió en referente del Black Panther Party y figura destacada de la organización marxista-leninista Black Liberation Army en su juventud, afrontando la represión del FBI mediante el despiadado operativo COINTELPRO, que la puso en su punto de mira por su defensa del derecho revolucionario a la autodefensa y la emancipación de la comunidad negra.

Como consecuencia de su militancia revolucionaria, Shakur sufrió la persecución política y el hostigamiento policial. En mayo de 1973, la policía tendió una emboscada a tres miembros del Black Panther Party en la autopista Turnpike de Nueva Jersey, donde sucedió un tiroteo en el que murieron un oficial de policía y Zayd Malik Shakur, camarada de Assata. Fue condenada por un jurado mayoritariamente blanco en marzo 1977 por "asesinato en primer grado", "asalto" y "tenencia ilegal de armas", pese a que fue herida y balística confirmó que no disparó. Amnistía Internacional señaló testigos dudosos y negación de cambio de sede por prejuicios raciales. Shakur siempre negó las acusaciones y denunció el carácter político y viciado del proceso.

Fuga

El 2 de noviembre de 1979 protagonizó una fuga espectacular de prisión y llegó finalmente a Cuba en 1984, donde el Gobierno de Fidel Castro la acogió con los brazos abiertos. La isla nunca cedió ante las presiones estadounidenses para la extradición de la exiliada, defendiendo su condición de presa política y sobreviviente de la represión. El militante Sekou Odinga pasó 34 años en prisión acusado de participar en la liberación de Shakur, Mutulu Shakur pasó 37 años señalado como “cerebro” de la fuga, y Kamau Sadiki, el padre de su hija Kakuya, sigue cumpliendo cadena perpetua por negarse a delatar a Assata.

Su caso sirvió como bandera ética y política para la sancionada Cuba, que puso en evidencia la doble moral estadounidense, que ofrecía impunidad a figuras a fascistas como Luis Posada Carriles y Orlando Bosch —responsables de ataques mortales contra civiles cubanos— mientras tachaba de “terrorista” a una militante negra perseguida.

Imagen de archivo de Assata Shakur en La Habana en 1987. Foto: Getty Images

En los últimos años, diferentes administraciones estadounidenses han tratado de instrumentalizar el exilio de Shakur en Cuba para justificar la inclusión de la isla en la lista de "países patrocinadores del terrorismo". A finales de 2024, ante un comité del Congreso, el Secretario de Estado del presidente Joe Biden tuvo que reconocer que no había estadounidenses en Cuba acusados por hechos que ellos califican como "terrorismo".

“No se puede ser revolucionario sin una visión socialista”

Incluso en el exilio, Shakur mantuvo una intensa labor pedagógica y cultural en estudios sociales, donde siguió promoviendo los ideales del socialismo, el anti-imperialismo y la lucha contra el racismo, defendiendo siempre que “no se puede ser revolucionario sin una visión socialista”. Escribió la obra Assata (1988), influyente en el movimiento Black Lives Matter y el hip-hop, especialmente en canciones de su sobrino Tupac. También concedió algunas entrevistas.

Tras su muerte, movimientos sociales, políticos y sindicales de EE.UU. y todo el mundo han difundido tributos que recuerdan más de cuarenta años de exilio irreductible y compromiso con la libertad, evidenciando que el ejemplo de esta mujer perdura para quienes ambicionan un mundo sin opresión y reivindican la posibilidad concreta de lograrlo. "Mi nombre es Assata Shakur, y soy una esclava fugada en el siglo xx. Debido a la persecución gubernamental, no tuve más opción que huir de la represión política, el racismo y la violencia que dominan las políticas del Gobierno norteamericano hacia la gente negra", escribió en una Carta Abierta, publicada en la revista en línea Counterpunch, el 30 de diciembre de 2014. Así, su memoria permanece indómita, rebelde y fecunda, como testimonio de la lucha por una humanidad emancipada.