Los campamentos militares juveniles en el Estado español surgieron en la última década como ofertas privadas, gestionadas y financiadas por asociaciones privadas, empresas o colectivos integrados mayoritariamente por militares y miembros de la policía y el ejército, aunque sus raíces recuerdan a las antiguas colonias escolares y a los campamentos de adoctrinamiento del franquismo. Aunque oficialmente no reciban financiación pública, sí que reciben apoyo logístico en algunos casos (cesión de instalaciones, monitores voluntarios de la Policía o el Ejército) y usan infraestructuras de colegios religiosos concertados, edificando su imagen bajo el paraguas de la "formación en valores" y "disciplina física".​

Nacidos en la última década, dos grandes campamentos militares para jóvenes han crecido exponencialmente en los últimos años: El Gran Capitán, situado en la sierra de Madrid, y Tercios de Lezo, en València. Ambos ofrecen cursos intensivos durante el verano, de una o dos semanas, donde los participantes viven una experiencia que rememora la 'mili' tradicional, con formación física, desfiles, y manejo de armas. Este auge se da en un contexto en el que este tipo de campamentos supera ya los 2.000 participantes por verano, representando alrededor del 5% de la oferta total de campamentos de verano juveniles.

La proliferación de estos campamentos no es inocua. Más allá del aprendizaje físico, hay una crítica creciente sobre cómo estos espacios contribuyen a normalizar la posible reimplantación del servicio militar obligatorio, medida que cada vez más países europeos están adoptando recientemente. Por otro lado, además de la disciplina impuesta, y de rituales militares, muchos de estos campamentos promueven la adoración de símbolos filofascistas, además de un revisionismo histórico claramente alineado con posturas de la ultraderecha.