Levantemos una cuña roja contra la reacción

El saludo nazi de Musk en el acto de investidura de Trump puede interpretarse como el acto de defunción de la gran mascarada democrática de la oligarquía occidental. En Italia, tras varios golpes de estado blandos y presidentes puestos a dedo por la élite financiera, la extrema derecha ya gobierna con grandes apoyos sociales. En Francia, el presidente Macron hace y deshace de forma dictatorial, mientras el Reassemblement National avanza de forma imparable. En Alemania la Afd amenaza en convertirse en partido de gobierno de una neue Nation remilitarizada. En Hungría, Polonia, Ucrania, los partidos de extrema derecha ya gobiernan, poniendo en marcha políticas de persecución antiproletaria que nos retrotraen a los momentos más oscuros del pasado siglo. El monstruo del fascismo y de la extrema derecha retorna a la primera plana ideológica, mediática y política mundial, y muy especialmente occidental, como fenómeno subjetivo del estancamiento en la dinámica objetiva de acumulación.

Particularmente, en el contexto de caída en picado de las tasas de crecimiento real y de la influencia imperial de las grandes potencias occidentales como Alemania, Reino Unido, Francia o incluso Estados Unidos, se están produciendo grandes movimientos de polarización social de la riqueza, que año tras año arrojan a millones de trabajadores bajo los márgenes de pobreza. A nadie se le escapa que los ricos son cada vez más ricos, mientras que cada vez son más los pobres. La pérdida de poder adquisitivo de los salarios viene acompañada de una política constante de tijeretazos en los servicios públicos y desvío de deuda pública a bolsillos privados. La ingeniería financiera y las políticas de expansión monetaria están a la orden del día como mecanismo de saqueo y centralización de riqueza.

A la ofensiva económica se suma una agenda de ofensiva política de recorte de derechos sociales y políticos. En todo occidente las oligarquías disciplinan a las clases trabajadoras con fenómenos como la generalización de la violencia y los asesinatos policiales, las masacres en las fronteras, los desahucios en masa, y el uso de sus ejércitos para grandes matanzas de civiles en sus zonas de influencia, lo que ya ni se molestan en ocultar.

Para esta ofensiva política y económica es necesario asegurarse apoyos en la política de interior. Pero los márgenes del proletariado desposeído se están ensanchando mientras el bloque de apoyo civil de la oligarquía, la aristocracia obrera industrial y funcionarial disminuye. Es importante por lo tanto llamar a filas a este bloque, y es lo que están haciendo con toda una agenda cultural de intervención en la ideología de masas, que acompaña a la agenda económica y política. Lo que se pierde en lo cuantitativo debe ganarlo la oligarquía radicalizando las posiciones ideológicas en las clases medias nacionales. De manera que lo que es una tendencia ya de por sí objetiva de la clase media a la reacción está siendo aumentado por una agenda de intervención cultural en gran escala de ciertos lobbies, partidos, y magnates de la comunicación. Sus esfuerzos comienzan a desplazar ideológicamente a amplias capas de la sociedad, incluso del proletariado, a posiciones totalmente antagónicas a sus intereses reales.

Esta triple agenda de las oligarquías occidentales para defender sus intereses en el contexto de crisis solo podría ser contrarrestada por un gran partido revolucionario internacional del proletariado.

Sin embargo, acorralados entre la pauperización y la falsa conciencia burguesa arraigada tras décadas de ofensiva propagandística contrarrevolucionaria, las clases trabajadoras intuyen que algo va mal pero carecen de elementos ideológicos y partidarios para resolver de forma clara la causa del problema, el capitalismo, y de hacerle frente con un proceso estratégico de lucha de clases. De tal manera que su primera respuesta está siendo profundizar culturalmente en su falsa conciencia, fortaleciendo los elementos ideológicos del capitalismo a través de una nueva ola reaccionaria de masas.

Ahora bien, debemos diferenciar entre la reacción, los partidos de extrema derecha y el fascismo. La reacción ideológica y cultural, tiene como elementos centrales el nacionalismo fuertemente identitario y el clasismo antiproletario (la defensa a ultranza de las categorías económicas capitalistas). Nacionalismo y clasismo extremos están empezando a impregnar la conciencia de las clases medias en todo el arco ideológico desde la derecha a la izquierda reformista, como falsa solución a la crisis social. El campo ideológico que abre este doble punto de vista nacionalista y clasista, basado en la identidad excluyente y el darwinismo social, puede también derivar rápidamente en racismo, machismo y en odio a todos los sectores más proletarizados de la sociedad. Esta deriva machista y racista de la reacción se da sobre todo en el campo sociológico de la derecha tradicional, pero también en las jóvenes generaciones de clase media de forma generalizada, muy influenciables por la guerra cultural en redes a causa de la digitalización de la vida adolescente.

Por otro lado, tenemos el crecimiento acelerado de los grandes partidos de extrema derecha. Estos cumplen una doble función; en primer lugar, servir de palanca de masas para la guerra cultural, catalizando la ofensiva ideológica de la reacción, pues se convierten en los grandes agitadores al acceder a medios y publicidad, e imponer la agenda a la gran política burguesa. Su segunda función consiste en acelerar como partidos de gobierno el proceso de descomposición de la democracia liberal y aumentar las cuotas de recorte de derechos económicos y políticos del proletariado. Estos partidos, aun no subvirtiendo de iure el orden constitucional como los partidos nazi-fascistas del siglo XX, de facto preparan el terreno para un nuevo modelo de estado autoritario y violento.

El fascismo de calle y al escuadrismo constituyen el tercer elemento del proceso. Este es un elemento menos desarrollado, pero no podemos bajar la guardia por ello, porque ya está en marcha. Los grupúsculos violentos están retornando, y los grupos más extremistas que plantean las soluciones más drásticas cada vez encuentran un público más amplio. Estos grupúsculos crecen al amparo de los grandes partidos de extrema derecha y con total permisividad por parte de la socialdemocracia institucional. La variedad del fenómeno alcanza desde las empresas de desocupación y matones a sueldo hasta los grupos fascistas organizados, junto con todas las sectas rojipardas. Es imprescindible tomarse en serio la amenaza que suponen para el proletariado si llegan a generalizarse y fusionarse con los grandes partidos de extrema derecha bajo el viento favorable de la reacción.

En este panorama aparentemente desolador necesitamos reflexionar sobre la tarea de las organizaciones revolucionarias, y del Movimiento Socialista en particular. La generalización de la reacción es un proceso que no tiene vuelta atrás, en el cual anidan riesgos, pero también la apertura rupturista que ofrece la gran crisis del sistema político burgués. Y me refiero con esto a la quiebra política del modelo de partido reformista burgués en todas sus versiones, junto con el modelo de estado liberal democrático. No es nuestra tarea reflotar estas formas políticas de la clase media imperialista, que han hecho la cama a la reacción y hoy observan impotentes (en muchos casos con mirada cómplice) su generalización. Nuestra tarea es la recomposición política del proletariado en forma de partido revolucionario de masas, y la lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad burguesa en crisis en una sociedad socialista y democrática.

Y precisamente por esto, debemos entender que el auge de la reacción nos impone una tarea general inmediata e ineludible. Esa tarea se puede resumir en convertirnos en cuña roja contra la reacción. No para reflotar a la izquierda burguesa, sino para sustituirla como frente de combate real contra el capitalismo ultra de extrema derecha y el fascismo del siglo XXI.

Bajo mi punto de vista, debemos orientar este proceso en dos direcciones. En primer lugar, en términos de lucha ideológica, desenmascarando las patrañas del clasismo, del nacionalismo, del racismo, del machismo, de los discursos violentos, del blanqueamiento de los oligarcas, de los discursos imperialistas y belicistas, de los discursos contra la defensa de los ecosistemas. Es imprescindible que el MS considere la relevancia estratégica de la ideologización de masas contra la reacción capitalista, y de encuadrar en la conciencia socialista el descontento social, especialmente en lo que respecta a las jóvenes generaciones proletarias. Eso significa dar la batalla en redes y en todos los espacios de influencia mediática de las ideas reaccionarias con una propaganda audaz y creando medios para ello. Significa, además, extremar la disciplina y la capacidad de movilización para que las organizaciones se conviertan en grandes plataformas de agitación social contra la reacción, con grandes movilizaciones y grandes campañas de agitación que lleguen a todos los sectores del proletariado.

En segundo y último lugar, frente al fascismo de calle y frente a la deriva autoritaria de los estados y el crecimiento de las medidas autoritarias de extrema derecha, incluida la nueva política belicista del imperialismo, es imprescindible generar alianzas de clase con organizaciones revolucionarias y movimientos sociales para constituir un muro de autodefensa de las condiciones de lucha, de los derechos políticos, y de la oposición a la guerra imperialista.

Hay mucho en juego, mucho que perder, pero también mucho que ganar. Que las movilizaciones de este sábado en Bilbo e Iruñea sirvan como demostración de fuerza de calle contra nuestros enemigos, y de ejemplo a otras organizaciones y colectivos de clase que serán bienvenidos en este proceso de lucha contra la reacción y el fascismo.