El socialismo como referente de la lucha antifascista

Las manifestaciones convocadas el sábado por Gazte Koordinadora Sozialista (GKS), la organización juvenil comunista del Movimiento Socialista en Euskal Herria, fueron todo un éxito. El mensaje lanzado por GKS –la necesidad de conformar un bloque de oposición liderado por la juventud trabajadora contra la agenda belicista de las oligarquías occidentales y contra el auge reaccionario– ha tenido una gran acogida entre la juventud vasca. Muestra de ello es el trabajo de propaganda y politización realizado por la militancia en cientos de pueblos, barrios y ciudades por toda la geografía vasca; pero, también el nutrido número de asistentes a la convocatoria del sábado. Un número en evidente aumento, que cobra más relevancia, si cabe, teniendo en cuenta el marcado carácter ideológico de la convocatoria: un análisis sin paliativos de la realidad que nos rodea, un señalamiento claro del fracaso estratégico de la izquierda socialdemócrata y de su papel cómplice en la imposición de una agenda de guerra y austeridad; y sobre todo, un compromiso irrenunciable para con la única vía capaz de superar este contexto de barbarie capitalista: la revolución socialista.

El sábado demostramos que no todo es reacción y fascismo, y que aunque las posiciones reaccionarias se estén viendo alimentadas por un contexto internacional en el que las oligarquías occidentales se han cambiado más pronto que tarde de chaqueta ideológica, las calles aún no les pertenecen. Aún hay tiempo para cortocircuitar la expansión reaccionaria entre la juventud; aún hay margen para convertir esta coyuntura de crisis capitalista y desesperación en crisis revolucionaria. El trabajo de politización previo a la manifestación es muestra de ello: miles de jóvenes –y no tan jóvenes– se sienten apelados por el marco de análisis y la propuesta estratégica que GKS plantea. En las charlas, en las asambleas, en los comités, en los cafés que compartimos… Empieza a cobrar fuerza la idea de que la vieja fórmula del mal menor reformista ha abierto las puertas de par en par a un mal mayor, normalizándolo y brutalizando aún más la política; y de que sólo la fuerza organizada de la clase trabajadora podrá hacerle frente.

Pero, la autocomplaciencia nunca ha sido plato de buen gusto para los comunistas. Tan pronto como celebramos los objetivos conseguidos, y apenas sin tomar respiro, redimensionamos los logros: los ponemos en relación al contexto de derrota estratégica e ideológica, y en relación a la difícil tesitura de ofensiva política y económica que vivimos. Así, todo avance, aunque muy preciado, nos resulta pequeño, y la conciencia del momento histórico que vivimos, nos empuja a seguir pensando con ambición política. A cada logro le sigue siempre un nuevo objetivo. Y eso hicieron precisamente el sábado los portavoces de GKS frente a miles de personas, recitando, alto y claro, el listado de tareas por hacer: guerra cultural en todos los frentes para oponer al programa de exclusión y violencia un programa de emancipación universal; amplio proceso de reconstrucción organizativa, para restituir la independencia política del proletariado y arrebatar el protagonismo a la socialdemocracia reformista; construcción de un frente revolucionario en oposición a la guerra y al auge del fascismo, basado en nuevas alianzas de clase y con la intención de conformar una fuerza extraparlamentaria capaz de amedrentar a cualquier partido de la burguesía; y sobre todo, recomposición organizativa e ideológica del proletariado para conformar una alternativa socialista, es decir, un Partido Comunista internacional actualizado que tenga como objetivo la construcción de un Estado Socialista. En este contexto de auge reaccionario, de colaboracionismo y traición, y de agotamiento de las formas económicas y políticas que caracterizaron los estados burgueses durante la segunda mitad del siglo XX, el socialismo se convierte en referente y garantía de la lucha antifascista, y las organizaciones juveniles comunistas en su punta de lanza.