Alemania: con el cordón sanitario al cuello

Las encuestas se han acercado bastante a los resultados electorales de las elecciones federales alemanas. El legado de militarismo, sumisión a los Estados Unidos y una economía destrozada por las sanciones contra Rusia, han hundido la coalición de gobierno formada por socialdemócratas, liberales y verdes. El SPD ha obtenido su peor resultado desde el siglo XIX, mientras los liberales han desaparecido del Parlamento. Solo los verdes han mantenido el tipo relativamente. El color que tomaron por bandera los que se pasaron los ochenta haciendo sentadas, combina ahora a la perfección con el equipamiento militar enviado a Ucrania.

Friedrich Merz, tras hacerse millonario en BlackRock, ha ganado las elecciones por la CDU, ojo, con su segundo peor resultado histórico. Para sorpresa de nadie, quien ha subido con fuerza ha sido la extrema derecha de AfD, que prácticamente ha duplicado sus escaños, aprovechando el descontento con los partidos tradicionales y la ola reaccionaria que se expande por las clases medias y ciertas capas de la clase trabajadora. Paradójicamente, es la alarma generada por esta misma ola lo que ha mantenido a flote a Die Linke, la izquierda sionista, militarista y posmoderna que hace unos meses se estrelló en las elecciones europeas. Con estos resultados, extraeré unas breves conclusiones.

Primero, la crisis crónica ligada a la decadencia imperialista de Europa lleva años poniendo patas arriba el arco parlamentario en la mayoría de los países de la UE; dinamitando tanto el ala derecha como el ala izquierda del gran partido del orden burgués en sus respectivas dimensiones nacionales. Desde la crisis del 2008, la proletarización de las clases medias está ensanchando las grietas de la gobernanza, de forma muy evidente en el caso del estado español y francés. En Alemania, ya se da por sentado que se va a reeditar la coalición CDU-SPD. Pero, debemos tener en cuenta que esta “gran coalición” es cada vez más pequeña y que esta vez no llega ni al 45% de los votos (en 2013 tenía más del 67%).

Segundo, si en un principio esta pérdida de legitimidad de los gobiernos permitió una ventana de oportunidad a experimentos socialdemócratas más radicales del tipo Syriza, Podemos… ese ciclo ha concluido. El nivel de subordinación que han demostrado respecto a la oligarquía ha desilusionado a muchísima gente, ya que ha quedado a la vista de todos que no son capaces, ni tienen voluntad, de revertir el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase trabajadora.

Tercero, en estos momentos son los partidos de extrema derecha los que están aprovechando esta pérdida de legitimidad. Tras el fracaso de la socialdemocracia, la extrema derecha tiene vía libre para vender su cóctel de nacionalismo y autoritarismo como salvavidas para las clases medias nacionales. Y esta propuesta tiene un calado social que va mucho más allá del aumento del poder institucional de los partidos de extrema derecha. Los grandes partidos son conscientes de ello y mientras hablan de cordones sanitarios, ya han hecho suyo gran parte del programa de los reaccionarios; la CDU tiene una propuesta migratoria sospechosamente parecida a la de AfD.

Cuarto, el miedo al aumento de poder institucional de la extrema derecha sigue siendo el principal elemento para que la izquierda movilice a su electorado. Una izquierda que no es capaz de ofrecer ningún tipo de horizonte alternativo, ni esperanza de mejora de las condiciones de vida para la clase trabajadora, pero que juega constantemente a presentarse como el mal menor. Pero, que no nos engañen: la socialdemocracia no tiene un interés real en combatir el auge reaccionario, ya que depende del miedo que genera ese auge para mantener su poder institucional.  Agitan la bandera del antifascismo cada cita electoral y culpan del aumento de votos de la extrema derecha a la manipulación de los medios de comunicación, obviando dos vectores clave en los que enraíza este auge: el completo fracaso de la socialdemocracia y la crisis económica que está destrozando las bases económicas del pacto social imperialista europeo.

Quinto, la extrema derecha y el fascismo, con su discurso políticamente incorrecto y anti-élites, tienen el camino libre para llegar a los gobiernos, como ya está pasando en Italia o en Estados Unidos. Es cuestión de tiempo que lleguen a otros muchos. Cuando esto suceda no podemos permitir que la socialdemocracia vuelva a erigirse como principal fuerza de oposición. Debemos impugnar el juego de la alternancia política que legitima el sistema vigente, oculta los responsables de la crisis económica y fomenta formas de gobierno cada vez más autoritarias. Es nuestra responsabilidad desenmascarar las falsas alternativas y posicionar al comunismo como fuerza antagónica capaz de hacer frente al auge reaccionario y la ofensiva económica de la oligarquía.