El empresario Pierre-Édouard Stérin, fundador de Smartbox y presidente de Otium Capital, ha invertido decenas de millones de euros en iniciativas destinadas a fortalecer a la extrema derecha francesa.
Según declaró Arnaud Rérolle, director general de su fundación Périclès, ante una comisión parlamentaria, su proyecto tiene como meta “movilizar el voto de la derecha y la extrema derecha” y facilitar que Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés) conquiste 300 municipios en las elecciones locales de 2026.
Un documento interno, cuya autenticidad fue confirmada por Rérolle, detalla un plan de inversión de 150 millones de euros en diez años para “combatir el islamismo, la inmigración y la ideología de género”, así como para favorecer una victoria conservadora en las presidenciales de 2027.
Stérin ha manifestado públicamente que su objetivo es “unir a la derecha y la extrema derecha para que gobiernen en Francia”.
Vincent Bolloré, propietario de un conglomerado mediático que incluye CNews, Europe 1 y Le Journal du Dimanche, también figura entre los principales apoyos empresariales del RN.
Once fortunas controlan el 80% de la prensa diaria
Según el periodista Amaury de Rochegonde y el diputado Pierre-Yves Cadalen, Bolloré ejerce una gran influencia en la opinión pública a través de sus medios, que difunden mensajes alineados con la agenda reaccionaria de Marine Le Pen y Jordan Bardella.
Cadalen advierte que “es un problema para la democracia cuando los multimillonarios interfieren de esta manera en la vida política”, señalando que once fortunas controlan el 80% de la prensa diaria en el Estado francés, según recoge DW.
Expertos como Hervé Joly, del CNRS, matizan que el apoyo empresarial directo al RN sigue siendo “minoritario”, aunque reconocen la existencia de “una camarilla de multimillonarios en busca de la salvación fiscal y espiritual”, entre los que destacan Stérin y Bolloré, que han capitalizado la formación de cuadros para el partido.
El fenómeno ha reactivado el debate sobre la concentración mediática y la financiación privada de la política en el país galo, en un contexto de creciente polarización y de expectativas electorales para la extrema derecha en los próximos años.