Desde hace varios días, la localidad de Ballymena y otras zonas del norte de Irlanda del Norte están sumidas en disturbios racistas que han dejado viviendas de inmigrantes incendiadas y familias desplazadas. Los disturbios estallaron en la citada localidad después de que dos jóvenes de origen rumano fueran acusados de una agresión sexual a una menor y comparecieran ante la justicia con ayuda de un intérprete.
La noticia avivó un clima de hostilidad y señalamiento hacia las comunidades migrantes, que rápidamente ha sido aprovechado por grupos racistas para lanzar ataques coordinados. Durante las últimas noches, grupos racistas han levantado barricadas, incendiado casas —algunas con familias dentro— y atacado comercios y vehículos en Ballymena, Portadown, Larne, Newtownabbey y partes de Belfast, de acuerdo con El País.
En Larne, un centro deportivo que acogía a familias migrantes ha sido incendiado, mientras que en Portadown una familia con niños tuvo que ser evacuada tras un ataque incendiario, según reportan medios locales y Swissinfo.
Además, según reporta Al Jazeera, distintas casas de Ballymena han aparecido carteles que indican que el supuesto origen de los habitantes de las viviendas: “Aquí viven filipinos”.
Las autoridades han condenado “enérgicamente” la violencia, calificándola de “puro racismo” y advirtiendo que “pone en riesgo la convivencia social”. La ministra principal Michelle O’Neill ha pedido “justicia” para las víctimas y “protección para las comunidades migrantes”. Sin embargo, las palabras no sirven de mucho: varias familias obreras migrantes afectadas temen por su seguridad y valoran abandonar la región.
El contexto histórico de Irlanda del Norte, marcado por décadas de conflicto de liberación nacional irlandés contra la ocupación británica, añade complejidad a la crisis actual, que ha sido alimentada por mensajes racistas difundidos en redes sociales y movilizaciones organizadas.
La tensión sigue siendo alta, con un despliegue policial reforzado y el temor a nuevos episodios de violencia que podrían desestabilizar aún más la región.
Unionistas y sectores marginales
Según reportes de prensa y autoridades, los principales protagonistas de la violencia han sido decenas de jóvenes encapuchados, armados con ladrillos, petardos y cócteles molotov, procedentes de los sectores más empobrecidos de barrios marcados por el desempleo y la desindustrialización.
Junto a ellos, grupos fascistas vinculados al unionismo han alentado y justificado los disturbios, en ocasiones amparándose en el discurso de los “rápidos cambios demográficos” y apoyándose en el abandono institucional que sufren muchas zonas del Ulster.
El republicanismo pierde el pulso
En estos entornos emprobrecidos, el republicanismo socialdemócrata del Sinn Féin se encuentra en retroceso y, en la práctica, con el resto del republicanismo social y político, ha perdido capacidad de influencia directa sobre una parte significativa de la juventud y los sectores más afectados por la crisis social.
Los disturbios recientes muestran que, aunque el republicanismo conserva una presencia institucional fuerte y capacidad de “condena política” desde sus cargos públicos, su hegemonía se ve erosionada en las calles por el auge de discursos racistas y la instrumentalización del malestar social por parte de sectores unionistas fascistas opuestos a la inmigración.
En cuanto a los grupos disidentes republicanos, no han mostrado capacidad de resistencia significativa frente a la ola de violencia racista. Por el momento no se percibe una respuesta organizada desde el republicanismo en el terreno.