Sobre los cielos de Galiza se están posando nubarrones más oscuros de lo que nadie hubiera imaginado una década. El salario medio ha crecido en unos 45 euros mensuales desde entonces, mientras el coste de la vida se disparaba. En ciudades como Coruña y Santiago, el precio de la vivienda ha ascendido entre un 70 y un 75%. Sin expectativas y con un paro juvenil del 22%, los jóvenes gallegos siguen forzados a la migración. Poseemos una de las poblaciones más envejecidas del Estado y una de las tasas de natalidad más bajas. Los asesinatos, mutilaciones y accidentes provocados por la disciplina fabril de los capitalistas han batido récords mientras crece la brecha de riqueza entre víctima y verdugo – proletarios y burgueses-. La lengua gallega, otrora lengua mayoritaria entre proletariado y la sociedad en su conjunto, está siendo lentamente asesinada –cayendo por primera vez en la historia por detrás del uso del español– por la acción del estado autonómico español con un PPdG a la cabeza de la Xunta que sigue la estela trumpista de su matriz madrileña. El PPdG pretende escalar en sus atentados ecológicos, infectando los ríos y rías de Galiza con las industrias celulosas y extendiendo los inflamables eucaliptos sobre la flora de los bosques gallegos. En Santiago la –esta vez sí, de verdad– “alcaldía del cambio en Galicia” del BNG ahoga burocráticamente el acceso a espacios y sanciona con castigos cada vez más duros la actividad agitativa en una ciudad en la que cada vez es más difícil organizarse políticamente y que se está convirtiendo en uno de los epicentros de la represión contra el movimiento en solidaridad por Palestina dentro de Galiza. El material bélico para la guerra imperialista sigue inundando muchas de las fábricas del país con la complicidad, sobre hechos y palabras, de aquellos que hacen de la causa antiimperialista y antiimilitarista su sello de identidad. Frente al relato auto-complaciente de un supuesto “oasis antifascista” en Galiza, parece que las patrullas matoniles organizadas en Ourense avanzan en su lucha de expiar al capitalismo de sus pecados y culpabilizar a los sectores más depauperados del proletariado por la degradación del capital. Tampoco encontraremos respiro en nuestro tiempo de ocio, este verano el panorama festivalero en Galiza viene bañado en sangre palestina vía el fondo de inversión pro-israelí KKR.
El colofón de todo esto es que nos encontramos atados políticamente a un barco que se hunde. Seguimos sin separarnos de aquellos que forjan diariamente nuestras cadenas de dependencia, aunque a veces decoren estas con obscenas baratijas. La dependencia de las organizaciones llamadas revolucionarias existe bajo la forma de frentes populares que decoran su oportunismo como realismo antisectario y soberanista. También, bajo la forma de movimientos capaces de plantear movilizaciones multitudinarias ocasionales pero que tienen la mecha muy corta y que acaban delegando el ejercicio de la política en la izquierda parlamentaria. Todos los caminos, a su modo particular, conducen a mantener la hegemonía de ese Leviatán socialdemócrata llamado PSOE y de lo que pueda venir después.
Por urgencia y por necesidad el movimiento comunista debe superar la amnesia hacia la propia historia de su experiencia política, que no es más que una expresión de su propio estado de derrota. Ante todo, tenemos como prioridad la recuperación de los principios rectores que en el pasado hicieron posible situar el comunismo como una alternativa real al orden capitalista, lo cual, hemos visto que es el gran ausente en el panorama político gallego y en todo el globo. De entre todos ellos figura por encima de todo la independencia política de clase
Es por todo ello que las jornadas de este 23J en la plaza 8M de Santiago de Compostela nos servirán como ejercicio para aprender y clarificarnos, junto con varias compañeras del resto del Movimiento Socialista, acerca de cuáles son los medios y los fines de la acción política revolucionaria que les han servido para acometer pequeños pero firmes avances en el largo y tedioso camino de la independencia política y de cómo estas experiencias pueden enriquecer el desarrollo de un movimiento socialista en Galiza.
El acto también pretende hacer explícita una propuesta política alternativa para el desolador panorama gallego. Una de las lecciones fundamentales aprendidas a lo largo de nuestra experiencia, tanto del Movimiento Socialista como de Creba Socialista es que la juventud proletaria, al igual que lo fue en el pasado, es el eslabón más débil de la cadena de integración y dependencia política con respecto a las clases propietarias. La juventud, criada bajo los escombros de una crisis capitalista permanente, no tiene presente ni futuro sobre este sistema de miseria. El primer cimiento para construir un partido comunista de masas -máxima expresión de la independencia política- es una organización juvenil socialista que convierta el programa comunista en algo hegemónico entre los sectores de la juventud proletaria.
Para no hundirse con el barco hay que romper las cadenas de la dependencia política.