La crisis global de desplazamiento forzado alcanzó un récord histórico en 2024, con 123,2 millones de personas obligadas a huir de guerras, persecución o violencia, según el último informe de ACNUR. Esta cifra, un 6 % superior a la de 2023, equivale a que 1 de cada 67 personas en el mundo se haya visto obligada a abandonar su hogar.
Pese a la magnitud del drama, las respuestas internacionales son insuficientes: solo el 1 % de los refugiados accedió a reasentamiento; los países más pobres cargan con el 73 % de la acogida.
Países de ingresos bajos y medios, que apenas representan el 9 % de la economía global, albergan al 73 % de los refugiados. El grupo denominado como los “Países Menos Adelantados” (como Chad o Bangladés), con solo el 1,4 % del PIB mundial, recibe el 23 % de los desplazados.
La solidaridad recae en los más débiles
Mientras, naciones enriquecidas —poseedoras del 64 % de la riqueza global— solo acogen al 27 %. Este desequilibrio ahoga a comunidades locales: Líbano, con 1 desplazado por cada 8 habitantes, lidera un ranking donde Aruba (1:9) y Chad (1:16) demuestran que la solidaridad recae en los más débiles.
Principalmente, se observa cómo los nuevos focos de violencia explican el aumento. Sudán vive la mayor crisis de desplazamiento interno jamás registrada, llegando a las 14,3 millones de personas, casi un tercio de su población.
En Gaza, más del 90 % de los civiles han sido desplazados, mientras Haití triplica sus desplazados internos (1 millón). Siria, con 13,5 millones de desplazados tras 13 años de conflictos, y Myanmar, donde 3,5 millones también han perdido sus hogares, son los principales ejemplos. Pese a ello, solo 188.800 desplazados fueron reasentados en 2024.
Burocracia, falta de fondos y xenofobia
8,4 millones de solicitantes de asilo esperan una resolución, la cifra más alta de la historia. Estados Unidos acumula 3,2 millones de casos pendientes, Egipto triplicó los suyos (631.100) y Canadá registró un alza del 29 %. Además, los recortes de ayuda humanitaria dejan a desplazados sin alimentos, refugio o protección contra la violencia sexual. El resultado es previsible: movimientos secundarios desesperados, como los 11.300 rohinyás que arriesgaron su vida en travesías marítimas en 2024, donde 1 de cada 18 murió o desapareció.
El informe dibuja un sistema humanitario al borde del colapso. Aunque 9,8 millones de desplazados retornaron a sus hogares en 2024, muchos lo hicieron en condiciones inseguras o a zonas sin servicios básicos. La llamada “comunidad internacional” no solo falla en prevenir conflictos —causa raíz del desplazamiento—, sino en proteger a sus víctimas. Urge un replanteamiento: sin fondos suficientes, voluntad política para reasentar y presión diplomática para cesar guerras, los récords trágicos seguirán batiéndose.