Llevaba tiempo incubándose, como esas enfermedades que maduran lentamente en las aguas estancadas. Resonaba el caso inglés del verano pasado, cuando las cacerías racistas se extendieron por diferentes puntos clave del país durante diez días feroces. Desde un pasado más lejano, llegaban los ecos de los sucesos de El Ejido, hace ya 25 años, con su siniestra memoria de linchamientos.
Para los reaccionarios y fascistas que han impulsado los sucesos de estos días, la brutal agresión a un anciano en Torre Pacheco fue solo una excusa para poder desatar su ansiada caza al migrante. Los ancianos no les importan en absoluto cuando es la policía de Milei quien los apalea, como no les importan las mujeres cuando mueren en una patera o un aborto clandestino, ni tampoco los niños despedazados por las bombas israelíes. No hay un gramo de honestidad en el manual ultraderechista. Son la escoria que ha destrozado el ojo a un mendigo en Valencia; son el seguidor de Trump que se presentaba como “cazador de pedófilos” y acaba de ser condenado por violar a su propia hija.
Pero esto son solo las tropas de asalto de un movimiento más general, que de hecho encarna el signo de los tiempos. Las políticas de ofensiva que la oligarquía lleva aplicando durante décadas han socavado los cimientos del liberalismo “democrático”. Cada vez más sectores de la burguesía y los aparatos del estado apuestan por quitarse esa máscara, encontrando su apoyo de masas en unas clases medias en descomposición, así como sectores desclasados de la clase trabajadora, que sueñan con un nuevo pacto social en clave chovinista y autoritaria. Mientras en Torre Pacheco los nazis campaban a sus anchas el gobierno portugués firmaba con la ultraderecha de Chega una nueva ley de Extranjería, Feijóo anunciaba su fe en las deportaciones y Sánchez negociaba con el gobierno de Mauritania un mayor control de los flujos migratorios, esa lucrativa industria a la que la UE dedica decenas de miles de millones de euros anuales. De nuevo, ecos de Reino Unido, donde este año el socialdemócrata Starmer dio una palmadita en la espalda a quienes dedicaron su verano a la caza del migrante, endureciendo intensamente las leyes anti-inmigración y justificándolo con un discurso sobre la “nación amenazada” en la que resonaban aquellos “ríos de sangre” de Enoch Powell. Al otro lado del Atlántico, Trump y su partido han convertido la policía anti-migratoria en la agencia federal mejor financiada de la historia, delineando un futuro que ya comienza a caer sobre nosotros: la reforma del Estado en clave abiertamente autoritaria y desacomplejadamente racista.
En la figura del proletario migrante el racismo estructural de Occidente –inscrito en sus aparatos estatales y sus leyes de extranjería, en sus mercados de trabajo donde operan, de facto, formas de estratificación racial, y en su continuado saqueo y subordinación de los pueblos del mundo– se abraza con el auge del racismo de masas. El policía de Torre Pacheco que se justificaba ante la turba de linchadores afirmando “Ya sabéis que yo no les pasó ni una” es un símbolo de esta unidad. En sus entresijos va fraguándose una vanguardia estructurada en torno a una división del trabajo entre Vox como brazo parlamentario, el vasto aparato mediático representado por los Vito Quiles y compañía, —amplificados por unas redes sociales intencionalmente transformadas en medios de agitación ultraderechista—los elementos más reaccionarios del aparato estatal y los grupos fascistas como soporte a nivel de calle.
Frente a este bloque en formación y la tendencia social que lo acompaña, el progresismo es impotente, pues comparte con ellos demasiadas cuestiones de fondo. Leal al Estado liberal hasta la médula, atado al capitalismo que le subyace, el progresismo es una ideología de la conciliación de clases, dedicada a embellecer las cadenas que atenazan a la mayoría trabajadora. Desmovilizador por naturaleza, presenta al Estado como el árbitro que vendrá a resolver todos los males: la protesta esporádica es, en el mejor de los casos, un medio para lograr que ese amo bondadoso entre en razón. Presos de esta fe servil –que Brais Fernández ha descrito como estatolatría—defienden el aumento del poder represivo del Estado, celebran las limitaciones a la libertad de expresión y presentan el código penal como medio de legislación progresista. De ahí Ione Belarra llamando a encarcelar a Vito Quiles, o la portavoz de Sumar pidiendo la ilegalización de Vox. De este modo, engrasan y legitiman una maquinaria de represión que acabará volviéndose contra los de siempre: quienes se atrevan a cuestionar el orden burgués en cualquiera de sus expresiones. Lo mismos delitos de odio con los que se llenan la boca han sido recientemente utilizados para reprimir a quienes se solidarizan con la causa palestina. La socialdemocracia embota el espíritu de lucha, extiende la confusión ideológica y desactiva a corto o medio plazo todo lo que toca. Que partidos con décadas de existencia, altavoces mediáticos imponentes y presupuestos millonarios no logren –o siquiera intenten– convocar más que a una decena de personas ante sucesos de esta índole es una buena muestra de lo anterior.
Lo cierto, por otro lado, es que el progresismo quiere al migrante como abstracción bondadosa o recogedor de fruta, en ningún caso como sujeto de lucha. Frente a la socialdemocracia y la reacción, y también frente a la quinta columna rojiparda, urge recuperar la posición histórica del marxismo revolucionario: el rechazo de toda medida que restrinja o socave los derechos de los migrantes, y la unificación de todos los trabajadores, con independencia de su condición y lugar de origen, en un único movimiento revolucionario de clase. Esta unidad solo puede fraguarse en la lucha a todos los niveles, incluyendo una lucha política que defienda sin reparos ni cortapisas los intereses del proletariado internacional, confrontando a su propio Estado imperialista y el corporativismo que este estimula. Si los sucesos de Torre Pacheco nos muestran una de las caras siniestras del futuro, solo queda construir una fuerza que esté a la altura del desafío.