El libro El cártel de Fort Bragg, del periodista Seth Harp, documenta una red de tráfico de drogas y armas que opera dentro de la base militar de Fort Bragg, Carolina del Norte (EE.UU.), sede de unidades élite como la Fuerza Delta y los Boinas Verdes. Entre 2020 y 2021, la base registró 109 muertes, solo cuatro en combate; las demás fueron suicidios, sobredosis y homicidios. La tasa de suicidios y sobredosis mortales supera ampliamente los promedios nacionales, según datos del Pentágono y reportes oficiales.

La epidemia de adicciones se vincula con el alto estrés y trauma en misiones como Irak y Afganistán, donde se recetaban anfetaminas y opioides para combatir el agotamiento. Según Harp, la base se convirtió en un epicentro de adicción y criminalidad, donde miembros de fuerzas especiales trafican cocaína y metanfetaminas, y almacenan armas robadas para venderlas en el mercado negro, incluso a grupos como los Bloods y Crips. Además, se ha demostrado que exagentes de la DEA con conexiones a cárteles mexicanos formaban parte de esta red, que operaba con amparo institucional.

El sistema judicial-militar encubre los casos mediante tribunales secretos y procesos opacos que derivan en absoluciones o archivos masivos, dificultando la rendición de cuentas. El caso ejemplar de Cristóbal López Vallejo, acusado por violar a una teniente en 2016, fue archivado en un tribunal militar que destruyó las grabaciones, a pesar del testimonio de la víctima. Expertos señalan que la cultura de encubrimiento y manipulación mediática desvía la atención del verdadero problema que afecta a las tropas.

El fenómeno refleja el verdadero rostros de la política estadounidense: mientras se presenta como "garante mundial contra el narcotráfico" e incluso amenaza constantemente con invadir países para cumplir esa supuesta "misión", Fort Bragg simboliza cómo la “guerra contra las drogas” se ha convertido en realidad "una guerra por las drogas" y un instrumento para gestionar y ocultar la criminalidad dentro de sus propias fuerzas. Los datos y testimonios recogidos por Harp cuestionan el discurso oficial y evidencian la ausencia de transparencia en las fuerzas armadas y sus instituciones de "control".