Rafael Poch-de-Feliu (Barcelona, 1956) es un destacado periodista internacional catalán con 35 años de trayectoria, durante los cuales ha sido corresponsal en escenarios clave como la URSS y Rusia (1988-2002), China (2002-2008), Berlín y París, trabajando para La Vanguardia y otros medios como Die Tageszeitung y la agencia DPA. Formado en historia contemporánea entre Barcelona y Berlín Oeste, ha escrito varios libros sobre temas como la caída de la URSS, la Rusia de Putin, la China contemporánea y la Alemania de la eurocrisis, traducidos a varios idiomas. Además de colaborar con publicaciones como Le Monde Diplomatique y la revista DuShu de Pekín, ha sido profesor invitado en la Universitat Pompeu Fabra (UPF) y en la UNED. Actualmente, mantiene un blog donde analiza temas de actualidad. Hace poco ha publicado el documento Gaza, Ucrania y Eurasia en la crisis del declive occidental, que aborda el momento mundial en profundidad.
En esta entrevista, Poch responde a varias interrogantes que están surgiendo sobre la escalada bélica a la que asistimos en el contencioso ucraniano: ¿Por qué y cómo se ha llegado hasta este momento? ¿Qué está sucediendo en el frente? ¿Qué reacciones se están desencadenando dentro de Ucrania y entre las principales potencias del mundo? ¿Donald Trump va a parar la guerra? ¿Qué consecuencias se pueden prever?
Tras más de dos años del inicio de la Guerra de Ucrania, ¿Cuáles consideras que son las principales consecuencias que ha tenido a nivel mundial y en Europa en particular?
La “guerra de Ucrania” no es una, sino tres. Por orden de relevancia cronológica: la guerra de la OTAN contra Rusia, la guerra civil entre ucranianos y la guerra de Rusia contra Ucrania. Está última no habría sido posible sin las otras dos. Este hecho no excusa la grave responsabilidad de Rusia por su invasión de febrero de 2022 violadora del derecho internacional, sino que la sitúa en su contexto y medida real. En mi opinión la responsabilidad general por esa triple guerra es occidental en un 70% y ruso-ucraniana en el restante 30%. Podemos discutir ese reparto, y conviene hacerlo, pero lo que no podemos hacer es renunciar a la realidad y abrazar los cuentos que se nos ofrecen desde las instituciones, think tanks y medios de comunicación europeos, sobre la “lucha entre democracia y autocracia” y la “agresión rusa no provocada”.
El principal vector del conflicto arranca del cierre en falso de la guerra fría, hace tres décadas y se trata de infringir una “derrota estratégica” a Rusia. Si en Gaza todo el mundo informado entiende que la violencia no comenzó el 7 de octubre de 2023 sino setenta años antes, en Ucrania se desconoce su contexto. En 1992 en Washington se decidió que Estados Unidos había vencido en la guerra fría y que por tanto podía imponer su dominio hegemónico en solitario. El asunto funcionó al precio de toda una serie de guerras desastrosas entre Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia, Siria y demás, con el resultado de más de cuatro millones de muertos, unos 40 millones de desplazados y sociedades enteras dislocadas. Tras la gran juerga privatizadora-depredadora de los noventa en Rusia, la élite de ese país quiso restablecer su papel soberano en el mundo. La élite rusa creía que sería admitida en pie de igualdad en la internacional capitalista de depredadores pero el capital occidental solo le ofrecía un papel de “burguesía compradora”, subsidiaria-intermediaria en el comercio internacional de recursos y materias primas que Rusia, séptima parte de la superficie terrestre, posee en enorme abundancia. La identidad secular de Rusia como gran potencia impedía aceptar ese papel de vasallo y ese es el choque fundamental del que se deducen los demás, entre ellos la presión militar, el avance de la OTAN hacia el este, las sanciones, y la guerra.
El segundo elemento de la situación es la pujanza china y el cambio que determina en la correlación de fuerzas general en el mundo. Algunos de los antiguos enanos del Sur hoy son gigantes y tienen capacidad para ser soberanos. La suma de ambos factores, el ruso y el chino, abre posibilidades sin precedentes para acabar con el dominio occidental del mundo en solitario y afirmar algo más compartido, lo que obliga a una profunda reforma de las instituciones internacionales diseñadas por Occidente tras la segunda guerra mundial a la medida de su dominio: ONU, FMI, Banco Mundial, OMS, OMC, etc, etc. La crisis general del mundo actual, consiste, fundamentalmente, en que Occidente intenta resolver por medios militares el problema del declive de su dominio mundial indiscutible durante los últimos siglos. Ese es un problema general del Norte global, es decir que también afecta a Rusia, porque todo el mundo entiende que, pese a su actual recuperación, no volverá a ser la potencia que fue con la URSS, pero sobre todo es un problema de Occidente.
«La élite rusa creía que sería admitida en pie de igualdad en la internacional capitalista de depredadores pero el capital occidental solo le ofrecía un papel de “burguesía compradora”, subsidiaria-intermediaria en el comercio internacional de recursos y materias primas».
Esto me parece que es lo que la mayoría de la población del mundo deduce de lo que se está viendo en Ucrania, tal como lo reflejan las votaciones en la ONU. Se condena la invasión rusa pero fuera de Occidente nadie apoya las sanciones contra Rusia, pues se entiende que cualquiera que pretenda ser soberano, dueño de su destino en el mundo, sufrirá esa medicina de Occidente. Y eso explica también que se estén creando mecanismos económicos y alianzas alternativas que, gracias al peso específico de China, permiten a la mayoría mundial independizarse del corsé occidental y ensayar otras fórmulas: Brics, Organización de Cooperación y Seguridad de Shanghai, integración euroasiática, etc., etc. Esa es la principal consecuencia mundial que se desprende del pulso de Ucrania.
Respecto a Europa, mas allá del enorme desastre que supone una nueva gran guerra en suelo europeo, que ya se ha cobrado varios centenares de miles de muertos ucranianos y rusos, pero que si se extiende puede producir muchos más en Europa central/oriental, la principal consecuencia es la sumisión de la Unión Europea a Estados Unidos. Con la guerra Washington ha conseguido romper dos procesos que le dejaban fuera de todo control del viejo continente, lo que restaría mucho a su potencia global. El principal es la integración euroasiática lanzada por China, desde el Pacífico hasta el Atlántico. En esa Eurasia, Estados Unidos no figura geográficamente y actualmente la Unión Europea se está enemistando estúpidamente con su principal socio comercial. El segundo es la complementariedad de los recursos energéticos y científicos rusos con la tecnología y el capital europeo, alemán en primer lugar. Recordemos que Rusia “no ha cortado el gas a la UE” como se dice, sino que ha sido ésta la que ha renunciado a la energía rusa, con la ayuda de Estados Unidos reventando gaseoductos, por cierto… Sobre esos dos vectores, la Unión Europea se convertía en la península occidental de la gran Eurasia y accedía a una autonomía estratégica dentro de ese gran conglomerado, cosa contra la que alertaban muchos documentos y estrategas de Estados Unidos desde mediados de los noventa. Pero la actual generación de políticos europeos ha demostrado ser muy inepta, algo que precisa estudio, así que en lugar de eso hoy tenemos una UE sometida a Estados Unidos en el papel del “ayudante del Sheriff, lo que es un desastre para el futuro económico y político de Europa, como estamos empezando a ver.
En lo relativo a los avances bélicos y las relaciones diplomáticas de los contendientes, ¿Cuál es la situación actual de la guerra?
La situación pinta mal para Ucrania. Estados Unidos prioriza la ayuda militar a Israel y a los preparativos en el frente chino, pero no puede atender a los tres. La ayuda militar de Estados Unidos a Ucrania va a la baja. Así que se trata de transferir el asunto a la UE, pero ésta carece de la capacidad militar productiva necesaria para tomar el relevo. Alemania ha transferido un sistema de defensa antiaérea a Ucrania de los ocho que tiene. Francia podría transferir dos sistemas de los diez que dispone, pero para proteger Ucrania de la aviación y los misiles rusos eficazmente se necesitan muchas decenas, dicen los militares. No existe capacidad europea para eso. Se necesitan muchos años. No digo que Rusia no tenga problemas, pero de momento las sanciones han incentivado la diversificación de proveedores y potenciado la industria local, algo que desde luego yo mismo no esperaba. No se sabe si será sostenible a largo plazo, pero la economía rusa crecerá este año más que cualquier otra europea, alrededor del 4,2%.
«Los voluntarios rusos cobran un salario de 2.100 dólares al mes y reciben al alistarse un bono de 4.100 dólares. Si mueren en combate, sus familias cobran hasta 150.000 dólares, 50.000 inmediatamente y el resto en diversos plazos. Si son heridos pueden cobrar hasta 75.000 dólares».
Por otro lado, Ucrania tiene un serio problema de falta de efectivos. Según el Financial Times, que citaba en agosto al jefe de la comisión de desarrollo económico del parlamento ucraniano, Dmitri Nataluji, unos 800.000 hombres ucranianos en edad militar “han pasado a la clandestinidad”, cambiando de domicilio y trabajando en negro para no dejar registro laboral y eludir la movilización. Los efectos de la carnicería que está sufriendo Ucrania son inconmensurables. El 78% de los ciudadanos declaraba en junio del año pasado tener parientes próximos y amigos que han resultado muertos o heridos en la guerra. Desde su independencia el país ha perdido 15 o 20 millones de habitantes, nadie conoce muy bien la cifra exacta. Por cierto, es Rusia el país que tiene más emigrantes ucranianos. Mientras tanto, Putin ha administrado con habilidad su picadora de carne rusa. Los voluntarios rusos cobran un salario de 2.100 dólares al mes y reciben al alistarse un bono de 4.100 dólares. Si mueren en combate, sus familias cobran hasta 150.000 dólares, 50.000 inmediatamente y el resto en diversos plazos. Si son heridos pueden cobrar hasta 75.000 dólares. En todas partes los pobres son los que ponen más soldados de las guerras, pero en Rusia este sistema llena las oficinas de reclutamiento y resuelve de momento el consenso de una sociedad aún menos dispuesta a “morir por la patria” que la ucraniana. 2100 dólares es cinco o seis veces el salario medio en las regiones pobres del país. Con ese dinero un soldado resuelve la economía de su familia y la de sus parientes cercanos, como quien dice. Ahora mismo en regiones pobres como Tuva o Buriatia se vive una explosión en los depósitos bancarios que duplican la media rusa…Todo eso permite a Putin mantener la guerra sin necesidad de una movilización general que crearía problemas y protestas entre la mayoría sensata de las clases intermedias. Naturalmente todo esto cambiaría si la OTAN interviniera con tropas en suelo ruso y se confirmara el escenario patriótico de una nueva gran invasión occidental de la madre Rusia como las de Napoleón y Hitler, pero de momento las cosas están así.
¿Qué puedes contarnos sobre la situación de la represión interna en Ucrania?
Desconozco la situación concreta porque no he estado allí desde 2014, pero es obvio que estar activamente contra la guerra en Ucrania o discutir la narrativa étnico-nacionalista anti rusa que rompe el consenso entre regiones ucranianas, es tan peligroso como en Rusia. Han suprimido partidos políticos, toda la izquierda, y medios de comunicación críticos o que no se alinean con el “patriotismo” oficial etno-nacionalista que antes solo era ideología habitual en Ucrania occidental y que hoy es ideología de estado en Kíev. Se ha ilegalizado a la Iglesia Ortodoxa dependiente del Patriarcado de Moscú que era la mayoritaria en el país. Muchos disconformes o excesivamente independientes han sido detenidos, en algunos casos eliminados, y muchos más están callados. La situación no parece muy diferente a la de Rusia, pero repito que no he estado allí.
¿Cuáles han sido las principales reacciones internacionales a la guerra? ¿Qué posiciones presentan respecto de ella las principales potencias mundiales?
En el Sur global, Ucrania tiende a ser vista como un instrumento del hegemonismo occidental, independientemente del grado de disconformidad hacia la invasión rusa. En China son conscientes de que la presión de la OTAN contra Rusia forma parte de lo que desde hace años se prepara y anuncia contra ella. En los inicios de la guerra, cuando Occidente exigía a China que se sumara a las sanciones contra Rusia, la comentarista de la televisión china Liu Xin enunció así la cuestión: “Lo que nos están diciendo es, ayúdennos a luchar contra su amigo para que luego podamos concentrarnos mejor en luchar contra usted” . Todo esto hace que la causa ucraniana carezca de apoyos fuera del “occidente ampliado”: Unión Europea, Canadá, Australia y los aliados asiáticos de Occidente como Japón y Corea del Sur.
«Trump dice que expulsará a los emigrantes ilegales que son varios millones y que solucionará la guerra de Ucrania en “24 horas”. Su declaración de guerra comercial “contra todos” se volverá contra su país y creará más inflación, deuda y caída del nivel de vida para la mayoría».
En Europa este conflicto ha dado alas a antiguas víctimas de la URSS en Europa del Este como Polonia y las repúblicas bálticas, que tienen un gran peso en la narrativa de la Unión Europea y de la OTAN. La influencia en ambos clubs de Bruselas de esos países estrechamente vinculados a Estados Unidos, se deriva de su extrema beligerancia contra Rusia. Gente como la nueva responsable de la política exterior, la estoniana Kaja Kallas, y el nuevo responsable de la defensa común, el lituano Andrius Kubilius, sueñan con la disolución de Rusia en pequeños estados y representan la garantía de una línea de confrontación que costará mucho revertir. Sería anecdótico si no fuera porque esa línea ha encontrado terreno fértil en Alemania, donde los nietos de quienes perdieron en Stalingrado, la von der Leyen es una de ellos, recuperan viejos agravios hacia los “subhumanos” soviéticos que les derrotaron. En este conflicto, Alemania es un país clave que debería acostarse en el diván del Doctor Freud. El timorato Canciller Scholz ha tirado por la borda lo que quedaba de la cultura socialdemócrata en materia de relaciones exteriores, pero expresa algunas dudas desde la debilidad de su precario gobierno de coalición. Naturalmente, la invasión rusa aceleró este revanchismo pero ya antes de 2022 la historia europea se estaba reescribiendo, según el guión de los años cincuenta de esa caverna ex nazi de Alemania reciclada en la posguerra como luchadora contra el comunismo, y sus colaboracionistas y víctimas de la URSS de Europa del Este. En ese cuadro, Francia no está ni se la espera y los escandinavos sorprenden por su beligerancia, algo que alguien debería explicar. De momento los únicos que expresan posiciones de sentido común son el derechista Viktor Orban en Hungría, cuya posición hacia la masacre de Israel en Gaza es indecente, y los eslovacos, ambos tachados de “pro rusos” en la UE por su oposición a la espiral de escalada bélica.
¿Cómo crees que influenciará en la guerra la elección de Trump como presidente de Estados Unidos?
Lo más probable es que Trump genere un desastre en su país. Tiene olfato e instinto político para ganar elecciones, jugando con el interés de los mega ricos y los bajos instintos del populacho, pero dudo que sepa gobernar. Ha nombrado para su administración a gente dispar dispuesta a profundizar el suicidio de Israel en Oriente Medio, luchar contra Irán y China. Al mismo tiempo quiere colocar a Tulsi Gabbard, que acusó a Estados Unidos de apoyar a terroristas en Siria y de provocar la invasión rusa de Ucrania al ignorar los intereses de seguridad de Moscú, como directora nacional de inteligencia supervisadora de las agencias imperiales. Trump dice que expulsará a los emigrantes ilegales que son varios millones y que solucionará la guerra de Ucrania en “24 horas”. Su declaración de guerra comercial “contra todos” se volverá contra su país y creará más inflación, deuda y caída del nivel de vida para la mayoría. Así que lo más probable es que en lugar de “hacer América grande de nuevo”, genere un gran desbarajuste que acelere el declive mundial de Estados Unidos. Puede ser una especie de “Yeltsin americano”, el presidente ruso responsable del desastre de los años noventa, que meta a Washington en un conflicto abierto con Irán y China. El principal think tank del Pentágono, la RAND Corporation, dice que Estados Unidos no podrá ganar ese pulso. Habrá que ver, pero de momento lo que es seguro es que la ayuda militar y económica a Ucrania se va a reducir mucho.
Para acabar, ¿qué futuro crees que le depara a Ucrania? ¿Y a Europa?
Hay que empezar a preguntarse por las consecuencias de una derrota occidental en Ucrania. Eso no solo podría descomponer a la OTAN, sino que tendría seguramente consecuencias fuera de Europa, por ejemplo en la AUKUS, esa especie de OTAN del Pacífico orientada contra China que Washington anima, y en general para toda la red sobre la que se sostiene el poder imperial de Estados Unidos en el mundo. Algunos países que tienen bases militares de Estados Unidos, y son muchos, dejarían de confiar en ellas como protección. A su vez tal derrota aceleraría los impulsos de desdolarización de la economía mundial que ya están en marcha. Por todo eso Occidente se resistirá mucho a admitir una derrota. En el caso de que no escale hacia una guerra mayor, mucho dependerá de cómo se cierre el conflicto, de la habilidad e inteligencia de las partes. De cualquier forma, las guerras solo dejan heridas humanas. De momento lo que se dibuja es una Ucrania vencida, resentida, y, física, geográfica y demográficamente, mutilada.
«Siempre hemos tenido guerras, pero nunca había sido tan grande la contradicción entre la estupidez guerrera de las potencias y la urgente necesidad de que se pongan de acuerdo para afrontar los problemas del cambio global que amenazan directamente a la humanidad».
Respecto a Rusia, hay que preguntarse qué significaría su victoria. Desde luego de puertas afuera saldría fortalecida en su prestigio y credibilidad, pero me pregunto cómo administraría el Kremlin los territorios arrebatados a Ucrania.¿Habrá consenso allá hacia una anexión? ¿Habrá resistencia armada, clandestinidad, “terrorismo” y “antiterrorismo”? Seguramente en Crimea y el Donbas hay bastante consenso, pero ¿en las provincias de Jersón y Zaporozhye, por ejemplo? ¿Será la victoria estable para Rusia, o será un cáncer? Mucho dependerá de cómo se cierre el conflicto, pero la brecha, el odio y el resentimiento hacia Rusia de buena parte de toda una generación de ucranianos, deberá ser incluida en la cuenta.
En el orden interno, la guerra y la confrontación con Occidente ya están transformando las opciones del régimen ruso. Su contrato social con la población se está abriendo a un mayor reparto de la renta, sus posiciones internacionales se están “sovietizando” en el sentido de que se acercan a las de la antigua URSS, y se pone aún más coto a la disidencia. Habrá que ver. De momento, si se impone en la guerra de una forma convincente para su población, el régimen bonapartista de Putin conseguirá posponer algunos años más sus contradicciones internas, su falta de pluralismo y de mecanismos de alternancia y relevo en el poder, lo que genera una oposición enfocada hacia el derribo frontal y total del régimen por falta de espacios y canales de consenso y reforma, los problemas de la sucesión del caudillo, etc.
Todos esos problemas siguen ahí y resurgirán algún día. Pero todo lo mencionado me parece anecdótico al lado de lo principal: siempre hemos tenido guerras, pero nunca había sido tan grande la contradicción entre la estupidez guerrera de las potencias y la urgente necesidad de que se pongan de acuerdo para afrontar los problemas del cambio global que amenazan directamente a la humanidad. En el siglo XXI debemos mirar todas estas guerras desde la evidencia que se desprende de una observación más amplia y fundamental de nuestra realidad como especie. Los problemas del cambio global aumentan conforme no se encaran con una estrecha concertación internacional y estamos perdiendo un tiempo precioso del que no disponemos. Si se quiere legar a las futuras generaciones un planeta habitable en sus equilibrios más fundamentales, hay que cambiar por completo de sistema socio-económico y de mentalidad.