¿Campamento base del autogobierno o salto base al autonomismo?

Parece que el próximo curso político traerá consigo una reforma del Estatuto de Autonomía del País Vasco, pactado entre el PNV, EHBildu y el PSOE. Esta reforma, introduciría una modificación simbólica en el texto, alterando la fórmula hasta ahora vigente del reconocimiento del País Vasco como “una nacionalidad histórica con derecho a un autogobierno amplio” por la aún no determinada definición del País Vasco como “nación”. Resulta a todas luces evidente que esta modificación es algo cosmético cuya función, lejos de mejorar las posiciones políticas por el derecho a la autodeterminación, es arengar los sentimientos identitarios y saciarlos con algo de realpolitik. Pese a la insustancialidad de la hipotética reforma, los partidos nacionalistas vascos, ni cortos ni perezosos, están moviendo ficha para que sea uno u otro el que pueda colgarse el pin: el PNV intensifica su perfil nacionalista con altas dosis de folclore, a la vez que trata de polemizar con EHBildu; éste último, por su parte, ha revivido a la plataforma Gure Esku convocando la que pretendía ser una gran movilización que escenificara el empuje popular como motor del previsto cambio institucional.

La movilización de Gure Esku, empero, no ha salido como cabría esperar. Lejos de las más de 175.000 personas que participaron en la cadena humana de 2018, la semana pasada el diario Gara tuvo que conformarse con titular “miles de personas” o “una multitud”. Además, llamaba la atención la poca presencia juvenil entre los asistentes. Digo esto, no por simple ensañamiento, sino porque me parece un punto de contraste muy significativo para valorar los efectos de la estrategia de integración y reformismo desvergonzado que EHBildu lleva a cabo. Quienes llevan décadas siendo alérgicos a la autocrítica pueden dejar aquí la lectura del texto y seguir dedicándose a buscar explicaciones circunstanciales, conspiracionistas o sociológicas – que si ikurriñas o banderas navarras, que si no hay jóvenes por que cada vez hay más inmigrantes… he leído de todo– pero, al resto le invito a racionalizar su propia estrategia y a valorar sus ya visibles efectos.

Arnaldo Otegi justificaba el posible pacto para la reforma del Estatuto tildándolo de “campamento base del autogobierno”; es decir, para Otegi el reconocimiento nacional incluido de manera simbólica en un texto legal supondría un avance reducido que posibilitaría otra serie de avances en materia de reconocimiento nacional y autogobierno. Podría tener sentido –a Otegi nunca se le han dado mal los discursos políticos– pero, si miramos la estrategia más detenidamente veremos que conduce a dos efectos ineludibles: por un lado, a la reedición de un pacto interclasista que incluya definitivamente a la que hubiera sido una fuerza de ruptura política como la Izquierda Abertzale, y que garantice la aplicación de la agenda política y económica de la oligarquía vasca. Y por otro lado, a la completa desaparición de las condiciones políticas y culturales que convirtieron la lucha por la autodeterminación en una lucha con potencial emancipador, y su consecuente desmovilización social. Lo que Otegi propone, más que un “campamento base” para ascender, es un “salto base” al vacío. Ni aumenta las opciones para que pueda realizarse el derecho a la autodeterminación, ni mucho menos promete que la realización de ese derecho mejore la posición política del proletariado vasco; más bien al contrario.

En ese salto base van descendiéndose pisos con gran velocidad: de la autodeterminación al “derecho a decidir”, de la unilateralidad a la bilateralidad; del PSOE es “el partido de los GAL” a “ahora con el Gobierno de Sánchez tenemos una oportunidad histórica”, de la independencia como vía para la ruptura social y política a el aumento de competencias como forma de salvar a las clases medias nacionales… Dicho claramente, la estrategia neo-estatutaria y su correspondiente dinámica movilizatoria rompen amarras por completo con el programa histórico de la Izquierda Abertzale –el reconocimiento de soberanía, la territorialidad, el principio de autodeterminación– y en esta anatomía de una caída hacia el autonomismo y la integración total, no es de extrañar que las fuerzas sociales que defendían la independencia mermen. Otegi podrá llegar a su campo base, pero en el camino habrá perdido gran parte del respaldo independentista, porque los pactos entre partidos por reformas institucionales no tienen por qué ser fruto del aumento de la presión social, y porque la precondición de esos pactos insustanciales es anular los principios políticos sobre los que se sustentaba dicha presión.

Sin embargo, esta reflexión podría ser circunstancial. Es decir, aunque la tendencia actual sea a la baja, puede que haya un momento en el que el descontento social –agravado por la crisis económica y de legitimidad de los estados– impulse el movimiento independentista y los partidos soberanistas deban avanzar posiciones para ponerse a la cabeza. Por eso, nuestra preocupación no sólo reside en el éxito o declive de las movilizaciones, sino en las condiciones políticas que nos deja la hoja de ruta autonomista. En este sentido, los interrogantes “¿cómo?” y “¿con quién?” determinan el “¿para qué?”; Peio Otxandiano responde: según él existe una mayoría que apuesta por revisar el estatus político –la suma entre el PNV y EHBildu– y una mayoría progresista –la suma entre PSOE y EHBildu, se entiende–, por lo que con el PNV y el PSOE se deben elaborar “grandes acuerdos de país”. ¿Para qué? Para poder decidir aquí mejoras económicas y sociales. Acto seguido añade Otxandiano que son conscientes de que en el escenario internacional hay grandes retos y que “nuestra pequeña nación” debe situarse lo mejor que pueda. El resultado real de todo esto es un pacto interclasista entre los partidos que representan a las oligarquías y el partido que representa a parte de las clases medias nacionales para mejorar su posición en esta época de turbulencias. Y la condición para ello es asumir la agenda antiproletaria que el PNV y el PSOE representan y que EHBildu hace suya, a saber: aplastar económica y socialmente al proletariado autóctono y defender la posición imperialista a toda costa. La promesa de una mayor estabilidad de las clases medias nacionales por parte de EHBildu y las medidas de aumento del presupuesto militar del PSOE o de recortes sociales al proletariado más empobrecido del PNV, son una y la misma cosa. Y su unidad quedará en total evidencia cuando EHBildu tenga la oportunidad de administrar mayores cuotas de poder y aplicará, sin remilgos, estas y otras políticas.

Cabría recordar que el interclasismo no es una novedad en la Izquierda Abertzale, ya que su objetivo manifiesto, desde que se consolidó su doctrina, fue la creación de un frente nacional. La novedad reside en la forma que toma actualmente ese interclasismo: de frente nacional anti-oligárquico con contenido popular que pretendía aunar a burguesía nacional y proletariado, a frente nacional con contenido de clases medias que interpela a una burguesía ligada e integrada en las oligarquías españolas. El interclasismo previo pretendía generar una ruptura política aprovechando las brechas de la Transición, el actual pretende integrar mediante pactos; conciliar los intereses de las clases medias con los de las oligarquías.

Actualmente, a quienes defendemos la emancipación universal del proletariado, ni un esquema ni otro nos sirve. Uno por profundamente antiproletario y el otro por irrealizable. Para los comunistas la autodeterminación es un derecho democrático fundamental y nuestro interés es resolverlo de manera revolucionaria; de forma que aporte a un proyecto de ruptura y sea garantía de plenos derechos políticos y económicos para el proletariado. Bajo esta premisa, si las fuerzas sociales necesarias para llevar a cabo el derecho de autodeterminación se limitan a Euskal Herria el resultado será siempre el pactismo y la subordinación del proletariado al proceso; por eso debe construirse un movimiento proletario a escala internacional, que sea garantía suficiente para hacer efectivo el derecho a la autodeterminación. Hablamos de autodeterminación a un poder proletario estatal propio, es decir, a un estado socialista, separando la voluntad nacional del proletariado de los intereses de la burguesía nacional y fusionándolo con el proceso socialista y la necesidad de una revolución proletaria a escala internacional.