Las inundaciones y deslizamientos de tierra provocados por los ciclones Senyar y Ditwah han causado más de 1.150 muertos en Indonesia, Sri Lanka, Tailandia y Malasia, según el balance de Al Jazeera a 1 de diciembre. Solo en Indonesia, donde el ministro de Interior Tito Karnavian admitió que el gobierno "no estaba preparado", la cifra ascendía ya los 600 fallecidos en la isla de Sumatra. En Sri Lanka, donde el presidente ha declarado el estado de emergencia, se reportan 366 muertos y 367 desaparecidos, con 1,1 millones de desplazados en lo que el director general de gestión de desastres calificó de "crisis humanitaria de proporciones históricas".

Los ciclones, aunque de velocidad moderada (60-80 km/h), han movido cantidades extraordinarias de agua que, unidas a la deforestación y la falta de infraestructuras adecuadas, han provocado una devastación masiva. En Sri Lanka, el ciclón Ditwah impactó el viernes tras formarse en el Golfo de Bengala, mientras Senyar se formó en el Estrecho de Malacca afectando Sumatra y el sur de Tailandia. El climatólogo Roxy Mathew Koll señaló a Al Jazeera que, pese a las alertas tempranas, "las autoridades no tradujeron la alerta meteorológica en seguridad en el terreno", fallando especialmente en la protección de los sectores más pobres.

Expertos citados por Al Jazeera señalan que la catástrofe se debe a fenómenos meteorológicos extremos potenciados por ciclos prolongados de La Niña y el cambio climático. En Indonesia, la presencia de enormes troncos arrastrados por las aguas ha levantado sospechas de tala ilegal, llevando al Ministerio de Medio Ambiente a abrir una investigación. La Federación Internacional de la Cruz Roja ya avisó sobre el aumento de riesgos sanitarios por enfermedades hídricas y reclamó "sistemas de alerta temprana mejorados" y "soluciones basadas en la naturaleza".

En la magnitud de la tragedia convergen de factores climáticos extremos con décadas de gestión territorial deficiente, crecimiento urbano no planificado, pobreza y debilidad institucional. Mientras miles de se han quedado sin escuela y comunidades enteras han perdido sus hogares y medios de vida, la respuesta gubernamental se ha visto anegada, dependiendo de ayuda internacional, perpetuando un sistema de subordinación económica de los países del sudeste asiático.