La Guardia Civil refuerza su capacidad de vigilancia con nuevos pinganillos y micrófonos invisibles
Unidades como la UCO y la Jefatura de Información incorporarán dispositivos Bluetooth y lazos de inducción para operar sin ser detectadas, sin detallar el coste ni los criterios de contratación.
La Guardia Civil ha iniciado un nuevo proceso de modernización tecnológica centrado en la adquisición de equipos de comunicación encubierta, destinados principalmente a sus unidades de investigación. Entre el material que se incorporará figuran pinganillos casi invisibles, micrófonos de alta discreción y sistemas Bluetooth de última generación, herramientas diseñadas para facilitar operaciones con un alto nivel de sigilo y control sobre el terreno.
El Servicio de Telecomunicaciones del cuerpo ha justificado la adquisición de estos dispositivos con el argumento de que es necesario “garantizar una actuación policial segura y eficaz”, en un contexto donde el uso de tecnología encubierta se ha vuelto “imprescindible” para determinadas operaciones. En la práctica, esta actualización refuerza el poder de comunicación y vigilancia del propio cuerpo, ampliando su capacidad para operar sin visibilidad pública ni supervisión externa.
El plan contempla la compra de 64 dispositivos Bluetooth 5.0 y otros tantos lazos de inducción, compatibles con las radios Motorola encriptadas ya utilizadas por la institución. Estos equipos permiten transmitir información oral de manera completamente oculta mediante minúsculos auriculares y micrófonos disimulados en la ropa, reduciendo cualquier posibilidad de identificación visual. Los nuevos sistemas también podrán integrarse con aplicaciones tácticas “Push to Talk”, una tecnología común en cuerpos militares y de seguridad que centraliza la comunicación desde los mandos superiores.
Una "mejora técnica"
Aunque la Dirección General de la Guardia Civil presenta la medida como una "mejora técnica", la operación forma parte de un proceso más amplio de refuerzo del control policial y ampliación del equipamiento destinado a la vigilancia encubierta. Desde hace años, distintas organizaciones sociales y observatorios de derechos civiles denuncian la falta de transparencia en las contrataciones relacionadas con tecnologías de espionaje, ya que son un terreno totalmente opaco.
Este tipo de adquisiciones, además, consolidan la tendencia hacia una policía cada vez más tecnificada. La apuesta por la invisibilidad policial refleja así una prioridad clara: reforzar la capacidad de vigilancia del Estado más que la de garantizar una mayor transparencia o control democrático sobre sus actuaciones.
En los próximos meses se espera que los nuevos equipos sean distribuidos entre unidades de investigación como la UCO y la Jefatura de Información, responsables de operativos sensibles en territorio estatal. Sin embargo, el paso parece reforzar una dinámica conocida: más tecnología, menos rendición de cuentas. Entre el silencio de los responsables políticos y la ausencia de auditorías públicas sobre estas compras, la discreción no solo será electrónica, sino también institucional.