La asociación Covite celebró el pasado sábado un acto en el Kursaal de Donostia (Gipuzkoa) para entregar su XXIV Premio Internacional. En esta edición, ha premiado al equipo de trabajo de la película La Infiltrada, y varias personas que participaron en el proyecto audiovisual recogieron el galardón el sábado; entre ellas, la productora María Luisa Gutiérrez y la actriz Carolina Yuste.
La presidenta de Covite, Consuelo Ordóñez, declaró en el acto que La Infiltrada “llega en un momento imprescindible”, “para que prevalezca la verdad y evitar que el terrorismo se legitime como herramienta política”. Añadió que la película es “un regalo” para “las víctimas”, y que ha contribuido a la “memoria colectiva sobre lo que fue el terrorismo de ETA”. Ordóñez también agradeció, una vez más, a las fuerzas policiales.
La productora Gutiérrez también tomó la palabra el sábado, y dedicó el premio “a todas las víctimas del terrorismo”. Reivindicó además “la lucha por exigir arrepentimiento” como “el único primer paso político y público para comenzar una convivencia digna”. La película recibió también el Premio Goya en enero, y en la gala de entrega, Gutiérrez elogió a Covite, dedicando el reconocimiento a ese organismo.
En el acto del pasado sábado estuvieron presentes varios representantes políticos, como Jose Ignacio Asensio y Arritxu Marañón del PSE-EE, esta última viceconsejera de Derechos Humanos, Memoria y Convivencia del Gobierno Vasco; Amaia Martínez de Vox, y Javier de Andrés y Muriel Larrea del PP.
Blanqueamiento de infiltraciones policiales, represión y tortura
La Infiltrada es una película basada en hechos reales. En ella se muestra cómo un jefe de la Policía española pide a Elena Tejada, presentada como una heroína (interpretada por Yuste), que se infiltre en la organización ETA, y cómo la Policía da seguimiento a esa operación. Ese jefe policial, interpretado por el actor Luis Tosar, es el comisario Fernando Sainz Merino, un conocido torturador.
En 1980, al menos tres personas fueron torturadas en Barcelona bajo su autoridad, y durante su etapa como jefe en Gipuzkoa, entre 1992 y 1999, la Policía española torturó al menos a 100 personas en ese mismo territorio.