El Ayuntamiento de Sevilla ha aprobado la ampliación del servicio de serenos tras un año de prueba, según informa eldiario.es. El nuevo contrato contempla la presencia de 36 agentes y dos coordinadores que patrullarán 29 zonas de la ciudad entre las 23:00 y las 7:00 horas, todos los días del año.
La inversión, de 2,6 millones de euros, incluye dispositivos de geolocalización y uniformes, y supone un aumento considerable respecto al programa piloto, que se limitó a 12 barrios.
Durante el primer año, los serenos emitieron cerca de 500 avisos al Centro de Coordinación Operativa (CECOP), abarcando incidencias de todo tipo.
El alcalde, José Luis Sanz, ha defendido la ampliación del servicio alegando “una mejor convivencia, más seguridad para los vecinos y mejores oportunidades laborales para las personas contratadas”, aunque no aporta datos independientes sobre la reducción de delitos.
El contrato reserva las plazas a personas desempleadas inscritas como demandantes de empleo e incorpora “formación en protocolos de emergencia y prevención de violencia de género y LGTBIfobia”.
El Ayuntamiento presenta la medida como una respuesta directa a una supuesta “inseguridad nocturna” percibida, apostando por la vigilancia presencial y control territorial directo en los barrios.
Historia del sereno
La figura del sereno tiene una larga trayectoria en la historia urbana del Estado español, con los primeros registros documentados en València en 1715 y la creación oficial del Cuerpo de Serenos en 1765.
Tradicionalmente, el sereno era un vigilante nocturno encargado de patrullar las calles, anunciar la hora y el estado del tiempo, abrir las puertas a los vecinos y alertar sobre cualquier incidencia o altercado.
Sin embargo, su labor se generalizó y consolidó especialmente durante el franquismo, cuando los serenos ejercían como vigilantes para salvaguardar el orden público impuesto por la dictadura y actuaban como confidentes de la policía.
La figura del sereno desapareció casi por completo a finales de los años setenta, coincidiendo con la expansión de los porteros automáticos y el traspaso de sus funciones a la policía local.
Sin embargo, en los últimos años, algunos municipios han recuperado esta figura en diferentes formatos, adaptándola a lo que denominan como “necesidades actuales de vigilancia y convivencia ciudadana”.