Esta mañana, ciento cincuenta trabajadoras y personas solidarias se han concentrado frente a las oficinas de AE Sant Andreu (Barcelona, Catalunya), convocadas por la sección sindical de la CGT de la propia empresa y la CGT Lleure, para denunciar un recorte salarial inminente y exigir “dignidad” para el sector del ocio educativo.
Con una notable respuesta de monitoras de diversas escuelas, la convocatoria ha sido un éxito rotundo y marca un punto de inflexión en una lucha que ha ganado fuerza con cada jornada de huelga.
A.E. Sant Andreu prevé un recorte del 20% del sueldo de las trabajadoras a partir del próximo curso debido a un cambio de horario.
Las monitoras en huelga aseguran que la empresa tiene beneficios de decenas de miles de euros, y que no quiere destinar nada a evitar esta medida. “Detrás de este conflicto hay una cuestión muy clara: no somos una prioridad. La educación, el cuidado de los niños y las condiciones de vida de las trabajadoras pasan a segundo plano cuando lo que cuenta son las ganancias empresariales”, afirmaba una de las trabajadoras en huelga.
Más allá del conflicto laboral: una cuestión de clase
Un miembro del comité de huelga ha señalado que “en una sociedad desigual como la nuestra, la clase trabajadora no suele tener el control sobre sus propias condiciones de vida. Lo que cobra, lo que trabaja, el tiempo que tiene para descansar, criar, estudiar o vivir, a menudo lo deciden otros: empresas, instituciones, acuerdos firmados en despachos lejos del día a día real del trabajo. Esto es especialmente relevante en sectores feminizados y precarizados como el ocio, donde miles de monitoras trabajan por sueldos bajos, temporadas cortas y con poco reconocimiento”.
Las manifestantes han señalado que para lograr mejoras hay que “perder el miedo a los jefes, organizarnos, descubrir que podemos plantar cara. Tenemos una fuerza enorme porque somos las que hacemos funcionar los servicios de comedor, extraescolares, campamentos y colonias”.
Hacer política desde el trabajo
Las portavoces de la protesta han declarado que “hablar de clase no es solo hablar de dinero. Es hablar de poder. De quién decide y de quién obedece. Y cuando un grupo de monitoras se organizan, crean un comité de huelga, convocan asambleas, desafían a la empresa y se coordinan con otras escuelas, están haciendo política. Deciden empezar a tomar el control de sus propias vidas”.
Dicen que “es aquí donde la lucha adquiere una dimensión pedagógica y transformadora. Cuantas más trabajadoras entiendan que no son solo una pieza más del sistema, sino que tienen capacidad de cambiarlo, más cerca estaremos de revertir la precariedad estructural que afecta a sectores como el ocio”.
Finalmente, han subrayado que “hay que entender que en el trabajo podemos protestar, podemos organizarnos, podemos y tenemos derecho a reclamar mejores condiciones. Pero nadie nos las va a regalar”.
Convenios firmados a espaldas de las trabajadoras
Uno de los puntos centrales de la protesta ha sido la denuncia del convenio colectivo que regula el sector, un texto ampliamente criticado por las trabajadoras por fijar condiciones muy por debajo del coste de vida real. Este convenio, han recordado, ha sido pactado por la patronal y los sindicatos CCOO y UGT, sin un proceso real de participación ni debate entre las trabajadoras del ocio.
“El convenio actual fija sueldos de 8,5 € por hora en trabajos con alta responsabilidad, como cuidar menores, desarrollar actividades educativas y garantizar espacios de convivencia”, explicaba a Horitzó Socialista una monitora con más de siete años de experiencia. “No refleja la realidad ni la responsabilidad que asumimos diariamente. Y menos aún los incrementos del coste de vida que hemos sufrido en los últimos años”.
Una empresa atrincherada y con actitudes antisindicales
Desde el comienzo de la huelga, AESA ha mantenido una actitud que las trabajadoras denuncian como represiva y antisindical: identificación de huelguistas, presiones y amenazas, manipulación de la información enviada a las familias y otras escuelas, persecución y bloqueo de las muestras de solidaridad y despidos vinculados directamente con la actividad sindical.
“Los jefes pasean por las escuelas como si fueran sheriffs. La única vez que los hemos visto juntos en un comedor, no fue para ayudar, fue el día que convocamos la huelga. Aun así, estamos más organizadas que nunca”, afirmaba una monitora.
Las familias, entre la sorpresa y la indignación
En la movilización también han estado presentes madres y padres de diferentes escuelas que trabajan con AE Sant Andreu. Han comentado que cuando se enteraron de la huelga, la sorpresa fue general: “Una empresa con 42 años de historia debería saber resolver un conflicto sin llegar a este punto. Debería demostrar madurez si está a cargo de nuestros hijos e hijas”, lamentaba una madre, que añadía que el trabajo de las monitoras es muy valorado por las familias, y que si la empresa tiene beneficios, debería saber dónde invertirlos: “En las personas, no en nuevas sedes y tazas para calentar el café”.
“Esta lucha no termina el día 20”
Con el final de curso cerca, una de las preguntas en el aire era si la movilización perdería fuerza. Las trabajadoras han respondido con claridad: “Esta lucha no termina con el calendario escolar. Nos jugamos demasiado. Continuaremos presionando y buscando una solución acordada, pero no callaremos ni un día”.
Aunque se acerca el final del curso escolar, el mensaje de las trabajadoras en huelga es claro y contundente: esto no termina aquí. Esta huelga, que ya lleva seis días de movilización, podría ser solo el inicio de una ola sindical más profunda dentro del mundo del ocio educativo. “El final de curso no pone punto final a nada. Si acaso, es el inicio de algo mucho más grande”, decía esta mañana una de las portavoces del colectivo ante las personas movilizadas.
Con una contundencia que rompe tópicos sobre la “desmovilización juvenil”, las monitoras han puesto sobre la mesa reivindicaciones concretas que señalan un horizonte de lucha: 15 euros la hora, vacaciones remuneradas, bajas pagadas desde el primer día y el pago de todas las horas extra. Todo ello, condiciones elementales que en muchos otros sectores se dan por hechas, pero que son, todavía, una quimera para la mayoría de las trabajadoras del ocio.
“No estamos pidiendo lujos. Estamos pidiendo condiciones básicas. Queremos un convenio que nos permita trabajar con tranquilidad y no tener que cambiar de trabajo cada dos años para poder llegar a fin de mes”, decía una trabajadora.
Las monitoras han hecho también un llamamiento explícito a sus compañeras de todo el territorio: “Solo habrá cambio si somos nosotras quienes lo hacemos. No podemos esperar nada ni de las empresas ni de los sindicatos que nos han vendido. El futuro del ocio depende de las que trabajamos en él”.
A continuación una recopilación de fotografías de la movilización sindical:




