Maja, antifascista de origen alemán en prisión en Hungría desde 2024, ha comenzado una huelga de hambre para protestar por el trato recibido en prisión y la falta de avances en su proceso judicial.
En una carta hecha pública el 5 de junio, denuncia un régimen de aislamiento prolongado, vigilancia constante por cámaras, registros personales frecuentes y condiciones insalubres en su celda, donde asegura convivir con plagas de insectos.
Sufrió una extradición desde Alemania a petición de las autoridades húngaras, bajo acusación de haber participado en una agresión a neonazis durante el Día del Honor, una fecha conocida por congregar a fascistas de varios países europeos.
Sin embargo, el Tribunal Constitucional Federal de Alemania declaró ilegal su traslado, aunque ni Berlín ni Budapest han facilitado su regreso. Maja lleva meses en prisión preventiva tras haber declarado ante el juez, sin condena firme, y podría enfrentarse a una pena de hasta 24 años de cárcel.
Su caso ha generado preocupación entre movimientos sociales y organismos de derechos humanos, que denuncian que el aislamiento y la falta de contacto humano contravienen las recomendaciones europeas y de la ONU sobre el trato a personas presas.
El movimiento de solidaridad internacional, que ya apoyó a la eurodiputada italiana Ilaria Salis —encausada por hechos similares—, reclama garantías procesales y el cese de las condiciones inhumanas en las cárceles húngaras.