El Gobierno israelí y la resistencia palestina han alcanzado un acuerdo de alto el fuego que podría suponer el fin del genocidio que lleva cometiendo el Estado de Israel en la Franja de Gaza desde octubre de 2023, dos años de ataques que han dejado más de 67.000 palestinos asesinados confirmados, un número indefinido de desaparecidos y una gigantesca catástrofe humanitaria. La decisión, impulsada mediante un plan de 20 puntos presentado por el presidente estadounidense Donald Trump y mediado por Qatar, Egipto y Turquía, incluye el cese inmediato de todas las operaciones militares israelíes, una retirada parcial del ejército ocupación a líneas acordadas, la entrada masiva de ayuda humanitaria en Gaza en las próximas 24 horas y un intercambio de prisioneros en las siguientes 72 horas.

El acuerdo, ratificado por el gabinete de Netanyahu pese a la oposición del ala más fundamentalista, que exige expulsar a la población palestina y colonizar Gaza, prevé la liberación de 2.000 prisioneros palestinos a cambio de 20 israelíes vivos y 28 muertos. La Cruz Roja y mediadores internacionales han sido designados como intermediarios y supervisores en el canje, sin gran exposición mediática. Mientras el pueblo de Gaza y su resistencia armada reciben garantías formales de la administración Trump y los mediadores de que "la guerra ha terminado en fase 1".

Durante la fase inicial, los sionistas se comprometen a suspender todos los ataques y a facilitar el acceso de caravanas de alimentos, medicinas y material de emergencia, como señala la portavoz de UNRWA, Tamara al-Rifai, que destaca la esperanza y la magnitud de la destrucción y el reto humanitario.

Interrogantes sobre el futuro de Gaza

Trump ya ha adelantado públicamente que viajará a la región para la firma oficial del acuerdo y que este proceso abre “la puerta a una paz duradera”, aunque surgen dudas sobre la continuidad del compromiso, sobre todo por parte del Estado de Israel. Pese a la inminencia del alto el fuego, quedan abiertas enormes incógnitas sobre el destino político de Gaza, ya que los sionistas insisten en desarmar a la resistencia, pero Hamas ya ha adelantado que no depondrá las armas. La llamada "reconstrucción bajo supervisión internacional" también levanta sospechsas, tanto por sus fines como por sus eventuales métodos y protagonistas.

El reto humanitario y político es inmenso, con la mirada puesta en cientos de miles de palestinos hambrientos, mutilados y enfermos que anhelan poder vivir en su territorio sin ocupación militar y sin temer por las bombas, que no han cesado de caer ni después de los primeros anuncios del acuerdo. Horas antes de que entrara en vigor, tanques israelíes abrían fuego desde la calle Al-Rashid contra palestinos que volvían a lo que queda de sus casas en ciudad de Gaza, matando a varios de ellos. También se han registrado bombardeos aéreos.

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